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De cómo funciona la lógica a los tres años de vida.

Juego con mi sobrino Ale al sol, tirados los dos en el pasto sobre un trapo viejo. Los ladrillitos encastrables con aristas quedan todos en su posesión; los redondeados son todos míos. Pero los de él son más valiosos, para el mercado interno de este juego que creamos.

Pina (tratando de buscar la vuelta para adquirir uno de esos valiosos ladrillitos, y mostrándole los de ella para tentarlo le dice): Éstos verdes son alfajores, éstos chiquitos caramelos y aquéllos chupetines. Y yo tengo un quiosco. (Ella observa que el niño la mira entusiasmado. Intenta un truco; forzando una voz más tonta y aguda le dice al pequeño, haciendo teatro): Señor, ¿no me quiere comprar uno de éstos?
(mostrándole en su mano las “golosinas”).
El niño acepta y le “paga” pero después se arrepiente y busca la forma de recuperar su tesoro. Opta por prenderse en el teatro, gritando:
- ¡Veeendo hueeevos podriiidoss! ¡Veeeendo huevos podriiiiidos!
(mostrando otro juguete).
Absolutamente desconcertada, ella pregunta:

- ¿Y quién te va a comprar huevos podridos? ¿¡Para qué voy a querer
huevos podridos!?


(Veo en su mentecita correr un “loading... loading...”, en busca de una respuesta rápida. La encuentra en milésimas de segundos):
- Y... ¡¡¡ Para los monstruos!!!

Hasta la Pinunis, siempre


Me iban a nombrar Victoria a secas, pero por alguna razón mi padre agregó en el registro civil, en el momento de inscribirme, un “María” adelante.

Mi madre me dice que eligió muy cuidadosamente mi nombre porque tu nombre condiciona tu vida. Que no es lo mismo llamarse Soledad, Milagros o Victoria, para el efecto que produce en tu autoestima, por ejemplo. Que soy su victoria, y siempre juega con eso de “hasta la victoria, siempre”. Mi nombre tiene una connotación muy política e ideológica y mi familia una larga trayectoria de ideas de izquierda que no comienza con mis padres. Connotación hasta subversiva, teniendo en cuenta que nací meses después de acabar la dictadura que hubiera empezado en 1976.

Peanuts es una palabra en inglés que suena como mi sobrenombre en castellano, Pina. Sobrenombre que por años creí que mi padre me había puesto arbitrariamente al nacer. Todo esto lo conté en mi blog anterior, abandonado hace muchos meses ya. Mi padre me respondió en un comment lo siguiente:

Tu papá no te lo puso a días de nacer, fue cuando después de caminar; tu tendencia a organizar todo nos amenazaba hasta con organizar nuestras vidas. O sea, siempre hiciste cosas antes de tiempo, como aprender a leer a los casi cuatro años o armar una mesa de invitados disponiendo dónde se sentaban todos y cada uno. Un día me revelé contra esa criaturita de melenita con rulos rubios y le dije, alzándola de la cintura y llevándola a la altura de mis ojos: “vos sos muy pininita para hacer eso...”
Tantas veces hubo oportunidad de decirte eso, que me cansé de decirte "vos sos muy pininita para hacer eso" y directamente te nombraba Pinina y al final, solo Pina.
O sea, que vos tenes mucho que ver con tu sobrenombre.
No fui arbitrario, vos sólo te lo mereciste, si aceptas el contexto.
Tu nombre María Victoria, tiene que ver con los ideales de tus padres, por lo menos de los míos. Es un símbolo de lucha contra la intolerancia, la falta de libertad y el derecho de poner en marcha una sociedad más equitativa, socialmente hablando.
Tu nombre viene de una carta enviada por el periodista Rodolfo Walsh a sus colegas, que nunca fue publicada y relataba la muerte en combate de su hija, María Victoria, en plena dictadura militar. Ella no sabía de armas, pero un momento antes de morir, desde la terraza hacia donde le tiraban los milicos, según un testimonio de un soldado (el último que la vio viva), se reía a carcajadas cada vez que tiraba una ráfaga de ametralladora. Walsh decía que a María Victoria todo lo nuevo le causaba risa y apretar el gatillo de una ametralladora era eso, una novedad. ¿Te podrías haber llamado de otra manera?”

Y la verdad, no me imagino con otro nombre. Victoria me encanta. Al “Maria” lo aborrezco. Aunque jamás los escucho, y cuando los escucho no los reconozco como míos, porque hoy mi padre me dice Pumi, mi madre Pipi, mi hermano Pinunis, mis abuelos Pinita, Mica Pini, Marcos y Barbi Pinin , Belén Pinina, y ahora con esto del blog, Pinas y Pin, por nombrar algunos ejemplos.

Tanta historia, tanta política y tanta idea... y al final me llaman con mutaciones de mi sobrenombre.


Pin - 8

Recibí esta cadena por partida doble, señalada con el dedo índice por Alejandra y por Pvncho.

Es un jueguito que anda dando vueltas; consiste en contar 8 cosas de uno mismo que el resto de los lectores (supuestamente) no sepa. Las reglas son:
1. Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.
2. Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.
3. Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog.
4. Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario - que han sido seleccionadas para este juego.

Mis ocho trapitos sacados al sol:

Pin 1- Este juego me sedujo por el número al que hace referencia. Amo decir “ocho” cuando otras personas me hacen preguntas que como respuesta impliquen un número. Lo llevo hasta el punto de la estupidez; mi madre ya no me pregunta a qué hora vuelvo ni cuánto me costó tal cosa. Pero aborrezco con todo el cuerpo al imbecil ese de Riverito. O Riberito, o como sea.
Pin 2- Siempre quise tocar un instrumento musical. Nunca pude, por falta de tiempo, perseverancia y por qué negarlo, talento. Aunque me jacto de tener mucho oído.
Pin 3- Fantaseo con vivir en una motorhome. Uno gigante, hecho de un micro de dos pisos.
Pin 4- Tengo uñas duras como pezuñas.
Pin 5- Cuando tuve que decidir qué iba a estudiar, me debatí entre medicina, bioquímica y agronomía. Elegí a esta última.
Pin 6- Jamás estudié los tiempos verbales. No me los dieron en el colegio. Y odié tener que hacerlo en inglés. Tampoco lo hice; siempre puse “el que me sonaba más”. Y siempre me fue bien.
Pin 7- Para despertarme de buen humor tengo que dormir doce horas. Las duermo varias veces a la semana. Y nunca pude levantarme sola, siempre por culpa de algún ruido. Y al darme cuenta de que son las dos de la tarde, me da culpa y me levanto. En mis vacaciones de invierno voy a malgastar mi tiempo; quiero saber cuántas horas puedo dormir de corrido.
Pin 8- Soy muy desordenada. No me voy a excusar.


Yapa de aclaración:

Pin 9- En mi teclado no anda bien el botoncito de la tilde. Pone algo como esto: “tobog´´an”. Por eso debo apelar al odioso corrector de Word, que no quiere poner tildes a ciertas palabras que para mí quedan vacías sin ellas.

Los nominados por APTRA son: Lariten, Caro, Lolo, Barbi, Mik, Rogelio, Signaturio, Waiting for God(ot). Igual todos los que pasen están formalmente invitados, a tomar el té.


De picaportes, Hombres y Tapados Negros.



Era el fin de la reunión. La habíamos pasado bien todos juntos, hablando de cosas y otras cosas. Nos habíamos reído. Las caras que no vi me eran familiares. También sus voces. Reconocí una sonrisa; pasó a mi lado un saco caminando. Los zapatos de mujer hacían ruido en el piso caro.

Junto a la ancha puerta de madera clara despedía yo a mis invitados, era alguna fiesta en mi honor. Era mi cumpleaños. En la casa de mis sueños. Había demasiada gente, nadie había hecho un filtro para invitar a nadie. Por eso había gente con la cual no tenía demasiada relación, como por ejemplo El Hombre. El Hombre, que había visto tan pocas veces y todas ellas me miraba con esa timidez sonriente.

Una se despedía y me daba un beso. Otro me saludaba sólo verbalmente. Se iban. Yo sostenía el picaporte y sentía la brisa fría que venía de afuera. El Hombre tenía puesto su Tapado Negro. Pasó a mi lado y en una milésima de instante algo hizo que se tropezara mínima e imperceptiblemente tres centímetros antes de decir “chau” y darme el beso en la mejilla para irse. Su brazo derecho me abrazó por la cintura, el izquierdo por sobre mi hombro. Nuestras mejillas pegadas, nos quedamos ahí y así unos cuantos segundos que me parecieron muchos más. Susurró “tenemos que vernos, después”. Yo le respondí con la cabeza. Los que terminaban de salir de la casa nos miraban, con mucha naturalidad y nada de sorpresa. Cuando el último invitado hubo salido, El Hombre me besó en la boca.

Y ahí me desperté, rogando no haber dicho su nombre.

...



Y ahí anda, con su tapado negro por la vida, sin darse por enterado de que anoche se transformó en El Hombre de mis Sueños.
...

De comunismo, dinero y adolescencias.

Ya no le quiero devolver a mi padre su lugar de padre.

Si quiere vivir como un adolescente y no pretende crecer, por mí se puede ir bien al soberano carajo. Y toda mi rabia por cosas de plata. La plata, maldita plata. Plata que bien me hizo tanta falta durante tantos años, y que él nunca procuró proveerme. Será por eso que tanto me gustaba la idea de comunismo en mi temprana adolescencia. Se separó de mi madre, se fué donde (su) mamá a vivir otra vez y volvió a ser hijo, hijo adolescente que su madre necesitaba bajo su ala, tácitamente a cambio del techo y la manutención, inmerso todo en una enferma y frágil armonía familiar. Pero se olvidó de que mi hermano y yo éramos niños grandes, y que aparte de saber entre quilombo y quilombo que nos quiere necesitábamos cosas materiales. Cosas como un techo, por ejemplo. Cosas que mi madre se ocupó de darnos.

Llama una vez cada tanto, cada par de meses, para saber cómo estoy y cómo voy con mi carrera. Presumo que ésos son los temas sobre los cuales pregunta porque son todos los temas en los cuales lo dejo inmiscuirse. Que las cosas se queden así, entonces, que por algo así estaban. O que acaben de empeorar, pero que tomen un curso y empiecen a moverse. Sólo espero el momento de poder verlo a solas y hacérselo saber, preguntar y reclamar.

Seguramente será de la forma más cruda y bestial posible.

O quizá sigan transcurriendo años de conversaciones tirantes.