RSS

Un nuevo ambiente en mi cuchitril interno.

Salida repentina con destino Easy, esos gigantescos lugares donde venden cosas para el hogar. Miro cosas, me imagino los rincones y detalles de decoración que mi cuchutril va a tener cuando yo logre tenerlo a él. Imagino sus ambientes, sus colores, la luz del sol que va a entrar por los grandes ventanales. Me descubro eligiendo toallones con texturas raras, cortinas y sábanas con mucho algodón. Confirmo que lo dorado no me gusta en ningún aspecto de mi vida, siempre prefiero al plateado y al azul. No tengo cuchitril ni medios para conseguirlo todavía, pero ya me lo imagino.

Él tendría casi cuarenta años, que no se le notaban para nada por la jovialidad con la que se movía y la felicidad que irradiaba. Llevaba un carrito de compras vacío, dentro del cual iba parado y jugando a surfear un bebé de un año y pocos meses a juzgar por la poca estabilidad que tenía. Ella se acerca. Tiene un juguete en la mano que su hijo manotea. La veo jugar con el padre de su hijo y se ríen juntos. Se divierten. Los dos rondan los treinta y cinco años, y se m
iran cómplices. Con inocente travesura infantil en los ojos.
Yo observo la situación parada en una esquina entre las góndolas. Los veo venir, pasan a mi lado y siguen de largo. Parecen no notar mi presencia, y ni siquiera yo la noto. Me siento como un espíritu volátil, suspendido en el aire y en el tiempo, mirando a la gente vivir. Los contemplo largo rato, sin siquiera darme cuenta. No había nadie más que ellos tres, ni siquiera escuchaba el ruido ambiente. Parada inmóvil en esa esquina. Hasta que ellos se percatan y él clava sus ojos en los míos, exigiendo que le devuelva su privacidad y su pequeño mundo. Y yo ahí parada, inmóvil.
Y en ese instante me invadieron todos mis sentidos. Me sentí volver en mí, pero ahora sentía algo nuevo. Algo más que lo que sentía antes de perderme en ese deja vu voyeurista. Algo se había sumado.
Unas violentas, repentinas, impetuosas y egoístas ganas de ser madre.





.

Óleo de una mujer sin sombrero



Al óleo pastel, trece de Marzo de 1986. (Yo tenía un año y cuatro meses).

El huevo que no fué.

Hay en la facultad un chico que a mi modo de ver, es un grande.

Estamos haciendo una materia en la cual la profesora nos dió a elegir la fecha para rendir el segundo parcial. Algunos preferían rendir el 14 de abril, otros preferían el 20. Asíque hicimos una votación vía mail. Una chica confeccionó una tablita con nuestros nombres y apellidos y cada quien puso una cruz en la fecha que más le convenía.
Cuando la mayoría había votado, se perfilaba que iba a ganar por mayoría la fecha del 20. A él no le convenía nada, asique escribió este mail el miércoles en las vísperas de Pascuas y nos lo mandó a todos nosotros...


"Advirtiendo el desenlace de esta votación y siguiendo un poco con la política de nuestros gobiernos nacionales, me preguntaba si los que decidieron votar por el 20 no se encontrarían dispuestos a reconsiderar su decisión teniendo en cuenta la posibilidad de recibir a domicilio un hermoso y rico huevo de pascuas de chocolate negro con curiosas sorpresitas en su interior en caso de adoptar otra postura. Pueden meditarlo . . . "



Hoy, 20 de abril, rendimos la materia en cuestión. Este sería un pequeño homenaje al huevo que no fué.


Amalia Fortunata Venturosa

Haciendo tiempo para no estudiar recuerdo que en los primeros años de la primaria, la maestra escribía palabras sueltas y que debíamos hacer oraciones con ellas. Y que yo incluía varias en la misma oración. Con diez palabras de mi diccionario seleccionadas al azar, hice ese ejercicio otra vez. Éstas son las palabras y el texto que quedó:

Insulto / Sentencia / Embeleco / Oscuro / Entelerido / Ver / Rara avis / Reparación / Traslúcido / Torcido

Sus dientes estaban muy torcidos y amarillentos por culpa del cigarrillo. El olor que se percibía al pasar por la fábrica Marlboro la transportaba instantáneamente a los relatos de su abuelo, que tenían olor a nicotina. Los relatos de ese hombre nunca fueron traslúcidos, siempre estaban teñidos de amarillento. Amarillento como esos dientes y como las fotos que setenta años después le recordaría esos momentos felices.

Amalia Fortunata Venturosa tenía ahora nietos; se suponía que era su turno de tallar mentes infantiles. Se propuso engatuzar los pensamientos del pequeño Francisco con embelecos de mil calañas; quería predisponerlo a ser un soñador empedernido. Malena fue un insulto para sus propósitos; la niña había resultado ser más idiota de lo que parecía a simple vista. Nunca pudo lograr que prestara atención a sus relatos, ésa cría seguramente estaría destinada a seguir los cánones de belleza pautados para su generación y ganarse la vida con eso. Ángel, por su parte, era excepcionalmente maleable. Rara avis. La anciana estaba segura de que luego de impartirle un par de sesiones de ficción, su mentecita no tendría chances de reparación. Ver ésto la llenaba de satisfacción. Macabra, era esta vieja. Entelerido, quedaría este niñito. Oscuro, veía ella el futuro de sus trastornados retoños.

“Amalia, ¿en serio piensa que la escuchan? dijo su ama de llaves. “Esos canarios no entienden nada de lo que usted les cuenta”.
“Amalia, usted sufre de un interesante trastorno de personalidad”, fué la sentencia del psiquiatra.

La vida en una canción, por mero capricho mío.

Hace por lo menos cuatro o cinco meses que una canción viene musicalizando mi vida. Alguna vez me veo en una línea, otras en otra.
Sé que es una canción de amor, pero en cualquier ámbito de mi vida le encuentro sentido. En lo estudiantil, lo amoroso, laboral, familiar, en cualquier aspecto. Siempre le encuentro la vuelta y me veo identificada en alguna estrofa. Simple capricho.
Por supuesto, si pueden escucharla mientras la leen muchísimo mejor. Les pegué un link porque no encontré otra forma mejor de compartirla. La pueden pegar en la barra de direcciones en una ventana nueva, para que no se les pierda de vista la letra.

Como información sobre la canción, les diré que Kevin Johansen, despechado por un amorío, escribió un tema que no lo convencía del todo, y se lo mandó a Jorge Drexler para que le dé forma. Y esto quedó.
La melodía tiene la tranquilidad, la pasta de JD. La canción combina la dulzura de su voz con la gravedad de la de Kevin, y la claridad en la voz de ambos. Por momentos cantan a dúo, escuchándose un matiz que me encanta. La música (y sobre todo la guitarra), es más típica de K, y los coritos ("uuu; aaaa") que apenas se escuchan son característicos de JD. El dejo de candombito uruguayo que se cuela en la música está presente en las canciones de ambos, asíque no puedo decir que se deba a uno o a otro. (De hecho, JD es uruguayo).
Podría jurar que la primera estrofa fue escrita por KJ, por la crudeza. Y también que "Tengo tiempo y tengo paciencia/ y sobre todo/ te quiero dentro de mi existencia/ de cualquier modo" es de puño y letra de JD. Tiene una forma muy particular de usar las palabras.

Ahí les va:

http://www.goear.com/listen.php?v=866d00d

No voy a ser yo
(Kevin Johansen & Jorge Drexler)

El que se quede sin dar el paso, no voy a ser yo.
Quien se canse de tus abrazos, no voy a ser yo.
No voy a ser yo, no voy a ser yo.

Tengo tiempo y tengo paciencia, y sobre todo,
te quiero dentro de mi existencia
de cualquier modo.

Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.
Hay gente que no debería enamorarse;
algunos no deberíamos dar el sí.
Yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida
sin que la vida pase a través de mí...

Quien se esconda de lo que siente, no voy a ser yo.
No voy a pisar el freno, no voy a ser yo.
El que se ande con más o menos, no voy a ser yo.
Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar.

Yo no veo otra salida; no quiero pasar la vida,
pisando una piedra y volviéndola a pisar...

Si querés un Príncipe Azulado, no voy a ser yo.
Si querés un bangundangunladu, no voy a ser yo.

No voy a ser yo....


Ahora, les toca a ustedes: ¿Cuál musicaliza sus vidas, por puro capricho de encontrarle la vuelta como yo?. O bien podría preguntar, ¿cuál se ha cruzado con más frecuencia por sus cabecitas estos últimos meses?.
...

Padre Nuestro, que eres un duende.

Muchas veces escribo para que mi mente no haga fábulas de mis vivencias. Para que no agregue detalles felices o dramas exagerados con el tiempo. O para comparar mis recuerdos con mis escritos.
Ésto no lo escribí jamás, probablemente para olvidarlo sin que queden evidencias de que efectivamente algún día sucedió. Como en efecto hice.

Yo descubrí en la computadora ese poema de amor y calentura que mi padre le había escrito a esa tal Lorena. Y mi mamá no se llama Lorena. Y yo hacía poco que tenía trece años.
La senté a mi vieja en la compu y le dije “mirá, leé” o algo por el estilo. Después, niebla. Todo transcurre rápido, como cuando uno adelanta una película y todo se vé corrido. Acto seguido, mi padre y yo en su pieza. Él empacando, huyendo de mí y de mis preguntas, por primera vez en nuestras vidas. (Mi madre siempre me contó que siendo yo una beba, mi padre esperaba ansioso el momento en el cual pudiera empezar a hablar, y más aún a preguntarle cosas). Pero ese día y en ese recuerdo no. Yo le pedía explicaciones, o le preguntaba porqué, o algo así. Y él me respondía que yo era muy chica, que son cosas del amor, que todavía no podía entender. También estoy enamorada, sé lo que es el amor, le dije.

Mi padre era mi ídolo. Mi progenitor favorito. Mi referente. Se me vino el mundo abajo en esos días, le perdí el respeto y la admiración.
Por otro lado, siempre supe que yo fui la que descubrió el cuerno. Pero mi mochila es mucho más pesada, el peso de tener eso no se correspondía con un boludo poema.

Hace unos días atrás, viendo “Analyze this” con mi vieja, hablábamos de lo increíble que es la mente, de cómo las cosas que le pasan a uno de niño te condicionan para el resto de tu vida, de que uno no tiene recuerdos abundantes de niño pequeño pero que está todo archivado, de que como mecanismo de defensa uno borra lo que le hace mal.
Uno borra lo que le hace mal. Pensé que era un cliché de diván.

Las cosas no fueron así, me dijo mi vieja. Me dijo que un día yo atendí el teléfono y recagué a puteadas al que estaba del otro lado del tubo. Que después de eso perseguía a mi padre; que dónde estaba, con quién y hasta qué horas. Que era fin de año, y como en todos los fines de año lo invitaban a las fiestas de fin de año de prensa. Porque mi papá, aparte de medio antropólogo y medio arqueólogo es periodista completo, porque es la única carrera que los militares le dejaron terminar. Entonces a mi mamá no le pareció raro que se ausentara esa noche. Mi mamá me contó que cuando volvió lo atajé en el pasillo y le pregunté altaneramente dónde había estado y porqué traía esa cara de feliz cumpleaños. Todas estas cosas, en un lapso de unos quince o veinte días. Y que una tarde al salir, dijo que nadie tocara la computadora porque estaba rota y que cuando volviera la iba arreglar. Que ni bien cerró la puerta las dos nos abalanzamos sobre el artefacto, y yo fui directo al único archivo nuevo. “Éste es nuevo”, dije. Y ahí el episodio que yo recordaba, de mostrarle a mi madre lo ocurrido.

Y allí le confesé a mi madre que yo ya sabía, pero que no encontraba la manera de decírselo. Que lloramos abrazadas a moco tendido. Que cuando mi madre cayó en cuentas y quiso investigar, yo ya había estado investigando y le dije quién era, dónde trabajaba y qué hacía.
Y yo no me acordaba NADA de todo eso. Nada.

Supongo que fue meses después cuando mi madre me escribió
esta carta. Con razón me hacía llorar tanto, tenía mucha más carga emocional de la que recordaba.

No fue por el cuerno (que hoy que soy más mujer lo entiendo aunque no lo justifico), supongo que fue por la situación de desencanto por la que me hizo pasar. Supongo que es por eso que mi padre nunca volvió a ser para mí la misma persona. Le falta la magia de duende, porque los padres no son personas.


Quiero pintarle de nuevo su bonete.