RSS

Pini Y yo ... (éramos como pan... y mantequilla)

(Texto en coautoría con Mik).





Par de bobas. Porque nos reímos de nosotras mismas, principalmente por eso y porque sabemos aceptar la estupidez que nos adjudican. Sabemos argumentarla elegantemente y eso nos hace más tontas aún frente a aquellos que espían al mundo por el hueco deforme de la cerradura. ¿Lo ves?: Las locas (¡son raras, sí!) juegan a que meditan mientras secan sus zapatillas al sol, las locas leen juntas y se aislan cuando el resto sociabiliza. ¿Qué hace ese par de bobas? ¿Por qué no se pintan y se alisan el pelo?
No nos pusimos el atuendo adecuado y por eso así la noche, por eso y porque nos gusta así. No queríamos aquello del ritual barato, pura monotonía, cosas que pueden conseguirse (sólo y sólo con el atuendo adecuado). Ellas bailaban como quien se obliga a cumplir una labor, con un poco más de esfuerzo pues era preciso mentir. Nosotras, mientras tanto, nos reíamos de eructos y de catrieles en una esquina. O
hablábamos de gramática y ortografía un sábado por la noche, de verbos imposibles frente a un capuccino. O de la Botánica Oculta y los poderes oscuros de la mandrágora. O hacíamos poesía de la canción que Rodrigo le dedica a Maradona. Todos ellos, retrucándole el amor que sus novios les juraban vía celular. Nosotras, con Don Bosco.


...
Nosotras, jugábamos. Y por eso, la risa.
Pero ellos no juegan, ya son adultos. Nosotras, par de bobas
.

When I find myself in times of trouble, mother Mary (Victoria) comes to me.

Ésto demuestra hasta dónde se conectan el cuerpo y la mente. Me debilito psicológicamente y mi sistema inmune se va a parar a la mierda, justo cuando menos necesito que así sea. Tengo la primera crisis de mi vida, la más fuerte y movilizadora, que me agota, y mi cuerpo es la pieza siguiente en caer en el caminito de dominós. Me duele muchísimo la cabeza y todo lo que ella sostiene. Ojos, encías, dientes, pensamientos. Siento el cráneo estallar y mis sesos se quieren salir por los agujeritos de mis sienes, ésos que mi papá masajeaba para hacerme dormir. Lo hizo desde que yo era una beba hasta mis trece años, edad en la que se separaron mis viejos y dejó de ver cómo mi hermano y yo nos quedábamos dormidos todas las noches.
Escribo en un deja vu, debo tener fiebre. Me duele todo, me siento muy mal. Horas frente a la computadora y otras más frente al televisor para no pensar, pero me es inútil. Sólo hacen que me duela más la cabeza.
Y ahora me vengo a enfermar. Qué va a ser de mí? Pensante y sola, conmigo misma en la cama, obligada a buscarme e indagarme... yo que me quería evitar. Por lo menos espero que la fiebre me traiga alguna alucinación que me dicte, a modo de premonición, los pasos a seguir. Pienso y pienso pero no llego a ningún lado, por primera vez en mi vida. Por eso dejaré que las cosas sigan su curso, para ver si la corriente las deja río abajo un poco más limpias. Las dejaré ser. Estar ahí.
...
(I´ll) Let it be.
...

About me


Ésto es una suerte de definición, la que nunca hice para describirme en blogger. Ninguno de mis conocidos saben todos estos pormenores, hasta hoy eran muy míos. Pero sólo porque no se dió el momento de contarlos, no porque no me guste exponerlos.
Por otro lado, traté de no caer en lugares comunes (me gustan los animales, pero éso le pasa al 90% de la población, en mayor o menor medida).
Veamos...
Me gusta/n:
- Cocinar con vino y quesos
- Que los autos queden con las ruedas delanteras mirando para afuera cuando están estacionados. Que queden las delanteras en ángulo, como si se lo hubiera apagado en pleno movimiento. Ese detalle me gusta.
- El ruido hueco que hacen las cajas al cerrarse (costurero de abuela, por ejemplo).
- Los coleópteros.
- La sensación de vacío que se siente en el estómago cuando el auto en el que uno viaja pasa demasiado rápido por un badén (hasta tengo mi badén favorito).
- Sacar fotos de noche, cuando la cámara para captar suficiente luz deja el fotómetro abierto mucho tiempo. Hasta le he sacado fotos a las estrellas. Amo a mi cámara. (Fotos ilustrativas: desde el embalse de Río Tercero hace días nada más, y mi perra contemplando un anochecer).
- El aroma de las aromáticas cuando las riega la lluvia.
- Pintar con crayones Jovi.
- Hablar con eses por demás, como Apu.
- La palabra “queue”, pero no queuear.
- Las dentaduras perfectas de mil dientes.
- La palabra “crowd”, pero no las multitudes.
...
...

Capítulo II: De pleamares, naranjos agrios y tambores.

...
Entonces el blues y el reggae sonaban sin sonido en mi ameba. “No te mimetices”, me dijeron. Yo sí que podía sentir. Sentí que no me importaba nada en absoluto. Me quería quedar ahí indefinidamente. Si esa noche me arrastraba la pleamar y terminaba en la Atlántida, mi ameba sería de todas formas feliz en el océano, que después de todo fue su lugar de origen antes de instalarse en mi cerebro. Si amanecía y por culpa del día se diluían las estrellas, o si se caían en el río eutrofizado, para mí era lo mismo. Si él me proponía ir a plantar naranjos agrios a Etiopía, por mí estaba bien. Nada me importaba.
...
De muchas cosas hablamos sin censuras, muchas triviales y otras tantas importantes, con la brutalidad sincera a la que ya nos estábamos acostumbrando.
“No sos tan difícil de entender, pero sí (y sólo si) hablás”, le había dicho minutos antes.
...
Mi burbuja de gravedad cero se hizo trizas con un resonar de tambores que provenía de la playa. Unos cuantos umbandas ofrecían sus inocentes a Iemanjá, mientras hacían su precaria música que vino a ser algo así como la corriente de “El Niño”, que sopló en un lugar no muy lejano y vino a condensar el aire en nuestro microclima de intimidad. De repente no supimos qué hacer. Entonces él omitió lo que me enteraría días después (sobre las ya descriptas características de su ameba) y yo terminaría esperando el colectivo en Rivadavia y General Paz.
...

Descostillándome

Estoy en la hemeroteca de mi facultad, donde tenemos internet gratis. Tengo los cachetes calientes (y debo tenerlos rojos también) de tanto aguantar la risa. Mis riñones están por colapsar, y me arden los ojos, los tengo llenos de lágrimas de risa reprimida por estar en un lugar público descostillándome en silencio. Parezco una vaca enojada, que larga grandes cantidades de aire por la nariz, pero no señores, no estoy enojada. Es porque hacía mucho rato que no me reía así. Quizá sea porque la primera carcajada reprimida hace que todo sea más gracioso de lo que en realidad es, exagerando la gracia del texto.
Fernando Peña (la Mega mejor dicho) le hizo el año pasado un reportaje a Boy Olmi. Yo le tenía mucha idea a este último actor por culpa de ese personaje estúpido que hizo en "La Niñera". Pero ese día me dí cuenta de que eran sólo prejuicios míos. En ese reportaje Boy se comprometió con Peña a hacer una sección en su programa, hablando de diversas boludeces. Boy Olmi es un Volador Bárbaro. Que tiene un programa que a veces miro. Ese programa tiene un blog, y ese blog un link a diversas páginas, y una de ellas es una "enciclopedia". Una de las páginas de esa enciclopedia es la causa de mi descostillazón. Es ésta. Salud.

Sentimientos encontradísimos

Cuando dejó de ser un bebé y pasó a ser un bebote, cuando me empezó a reconocer y a tirarme los brazos para que lo alce, cuando empezó a comunicarse aunque no podía todavía hablar, pegamos onda. Y en mi afán de proteger desprotegidos, de defender inocentes, comencé a ir más seguido a verlo. Cada vez más. Mi sobrino tendría entonces unos nueve o diez meses. Su madre no tenía la paciencia para ponerlo en el suelo y hacer que camine, y así fue como dió sus primeros pasitos, siempre aferrado de mi mano. En el interín me fui de vacaciones, y cuando volví se había animado a soltar los bordes de los muebles y se había largado a caminar solo. Me miraba al soltarse del borde de la cama para cruzar la pieza, como diciéndome “mirá, lo logré!”. Su madre viajaba a Once a comprar variadas porquerías, en su mayoría encargadas por catálogo, varias veces a la semana. Se iba temprano a la mañana y volvía a la nochecita, y así fue como él se empezó a quedar días enteros conmigo. Le enseñé a juntar balbuceadas para formar palabras, y empezó a hablar. Le daba la mamadera por la mañana y sus respectivas comidas, le cambiaba los pañales, le cantaba para que durmiera la siesta. Terminó mi año lectivo en la facultad, y como tenía una beca no trabajaba. Éso hizo que pasara todavía más tiempo en su casa. Iba casi al mediodía, para asegurarme de que almorzara. Porque su madre no tiene la paciencia para sentarse a darle de comer, y por almuerzo y cena le daba leche a un bebé que necesita comida y de la buena. A la tarde lo llevaba en mi bici a visitar a alguien, a la plaza, a la calesita o simplemente al pasto a jugar. Pasamos tanto tiempo juntos entre su año y dos años y medio de vida que le enseñé a hablar. Ésto es así a tal punto que cuando él le decía algo a su madre, ella me preguntaba a mí qué era lo que su hijo le estaba diciendo. Lo bañaba por las noches, porque su madre sólo lo hacía cada tanto y a mí me dolía verlo dormir todo mugriento. Lo acostaba en la cama y él hacía fuerza para no dormirse porque sabía que yo me iba a mi casa. Esto se repitió muchas veces, hasta que terminó durmiendo en mi casa como mínimo una vez a la semana. Su madre hasta me llegó a decir que lo primero que hacía al despertar era preguntar por mí, y que hasta me nombraba en sueños.
Me metí demasiado en su casa, y cuando estaba a punto de sentarme a hablar claramente con la madre para ver si no le hichaba las pelotas que yo estuviera ahí atendiendo a SU hijo, y que su hijo casi me había adoptado como madre, ella me hizo un regalo por toda respuesta. Porque sí. Como diciendo “gracias por atenderlo, yo me doy cuenta que tiene que ser así pero no puedo hacerlo por razones que ni yo misma entiendo”.
Cuando empezaron las clases nuevamente me tuve que despegar de él. Cuando volvía a verlo y veía que estaba cenando leche chocolatada, pizza o chizitos se me caía el alma. Todos lo veíamos flaco y le pedíamos que lo lleve al médico. Estaba bajo de peso. No servía de nada que yo le haga una cena si almorzaba té o si se pasaba comiendo boludeces todo el día. Y ni hablar de las necesidades emocionales y de cariño. Me dió muchísima rabia, hasta pensé si había posibilidades de sacárselo, por las buenas o por las malas.
Pero me supe poner un freno, me recordé que si yo hasta el día de hoy no tuve hijos propios es porque no quiero tomarme esas responsabilidades que me estaba tomando con un hijo ajeno. No tenía tiempo para darle a un hijo. Porque si se los atiende como lo demandan, es agotador. No sólo física, sinó mentalmente. Y fue por eso que renuncié a la beca y tomé ese trabajo, para realizarme, distraerme y despegarme un poco más de él. Hoy no tengo beca ni trabajo, pero pude dejar de estar tanto tiempo con él, aunque no puedo evitar que cuando nos juntamos a comer se revele contra su madre y venga a comer de mi plato y sentado en mi falda.
En seis meses, ella se separó del padre de sus hijos y se juntó con otro tipo.
Menos mal que no soy médica, porque sinó andaría por la vida atrofiando trompas de Falopio de mujeres como ésta.
“Pina, vas a ser tía otra vez”, me dijo hace unas horas.

Capítulo I: De reggae, blues y amebas.

...
Esa noche sonaba un tema en mi cabeza cuyas letras evidenciaban mi estado de ánimo, pero otra pieza sin música ni voz sonaba más adentro. Adentro de éso que llamamos alma y que no sabemos bien dónde está ni cómo es, éso que duele o alegra en el pecho pero sospecho que está en el centro mismo del cerebro, o en todo caso en alguna cavidad anexa y translúcida como una ameba, donde van a parar todas las terminaciones nerviosas.
...
En mi ameba sonaba una pieza sin música ni voz, que producía en mí el mismo efecto que Bob Marley. Un ritmo que para algunos podrá ser depresivo, pero que a mí me levanta el ánimo. Igual que lo que me pasa con el blues. Sé que es lento y triste, que cuenta de puros dolores y torturas.Pero las voces de los negros, cuando se desgarran cantando, me llegan profundo en la ameba, y esas armónicas llorando al son de las guitarras que cantan graves... y la batería marcando el ritmo del corazón... producen en mí el mismo efecto que supongo habrán producido en los negros esclavos: desahogarse, deshacerse por un rato de sus penas. En milésimas de segundos me llenan de paz, y el ritmo me lleva, y me levanta el ánimo. Bob Marley también habla de esclavitudes, aunque también de falopas. Son la falopa de mi ameba, el blues y Bob. Aunque los escucho muy esporádicamente.
...
Esa noche ninguno de los dos sonaba en mi cabeza, pero mi ameba bailaba al compás de ambos. Estaba llena de paz, pero a la vez con los nervios a flor de piel. Esa persona, ese lugar, ese momento estaban ahí, sí. Pero todo esto se sucedía independientemente del exterior.Le dije que éso era lo que necesitaba: algo de amebas.
...
"Ahora tengo estúpidos requisitos", le había dicho a alguien un tiempo atrás.
...
Nunca se me hubiera ocurrido requerir que una ameba sea transparente, absorbente y gelatinosa. Para mí todas las amebas eran así. Pero ésta ameba no, ésta es gris, y no tiene la forma aforma de las amebas, sinó que está ahuecada. Como si le hubieran dado un gran hachazo y aparentemente hubiera cicatrizado en superficie, rápido, como para salvar su vida, como lo hace el Aloe Vera. Pero adentro le quedó un hueco. Y encima tiene forma de caja. Una caja gris. Una caja gris que tiene las terminales nerviosas desconectadas.Una caja gris que tiene las terminales nerviosas desconectadas. Caja gris, que no es negra como la de los aviones porque todavía tiene mucho de blanco y de pureza. Que no es negra como la de los aviones porque no tiene nada que recordar. Que no es negra como la de los aviones porque adentro tiene una página en blanco.A veces deja entrar alguna mirada, alguna palabra por una hendija, pero ésa hendija se sella instantáneamente con un barrote de gelatina.
...

Hilo de pensamientos II

Una de las últimas cosas que Kaitos dice acá es que su cerebro tiene vallas. Eso me hace pensar en Valla, un profesor ilustre de Botánica. Y a partir de ahí otro hilo de pensamientos.
Helo aquí:
Vallas. El viejo Valla. Botánica: flores. Ésa flor retorcida que había en Córdoba y acá no había visto jamás. Jazmín nosecuánto, me dijeron que se llamaba. Parálisis emocional, me dijeron que se llamaba. Sierra. Teclado hace ruido. Alrededor juegan a los jueguitos. No sé que pensar, sé que luego pensaré distinto, estoy loca, se me retuercen las tripas. Qué hago con gorro un día nublado? Será por eso que me miran? Está por llover y yo con gorro. Pica, me rasco. Mentira, no me rasco, el que está al lado me puede ver. Parece que va a tener otro, maldita yegua. Ale me dijo que tiene un bebé en la panza. Panza, menuda panza la que traje de allá. Que pan casero, que dulces, salís a caminar y la fruta aparece por todos lados. Uvas, moras, membrillos, manzanas, higos, muchas. Flores y piedras. Piedras, rocas, suelos, edafología. Ese profesor gracioso. Gracia, ¿cuál es tu gracia?... Alta Gracia. Qué lindo que es. Gracia. Piruetas. Gracias, gracias por todo... gracias... totales. Soda que no me gusta. Cerati no me gusta. Ceratitis Capitata, no me animé. Ceratis, ceras. Súber. Subo. Subo la sierra, voy por la quebrada. Me quedo en la piedra pensando, mi madre me llama a comer. Matan al corderito y me lo como. Cómo era ese disco de los redondos? Algo de lobos y corderos... ah. Lobo suelto, cordero atado. Lana. Lara. Lara de Tomb Raider.. qué jeta que tiene esa mina... qué película de mierda. Adoptó varios niñitos la yegua. Niñitos y yegua, vocablos adoptados por mí, hijos de Barbi. Barbi no quiere tener hijos, los va a adoptar. O eso decía cuando tenía quince años. Quince, cuatro, cinco. Cinco las piedras de la payana que te traje. Diez minutos le pido a mi hermano. Hermanita Caridad, la bruja ésa que sabe que no le creo su circo. La saliva se me espesa y tengo hambre. Me voy a comer, parece que hoy no quiere quedarse en blanco ni pensar en blanco tiza, papel, barquito, Colón, Octubre, basta. Basta.
Más luego le pongo una imagen.