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El Círculo

Para la RAE:
Extrañar. (Del lat. extraneāre). 3. Sentir la novedad de algo que usamos, echando de menos lo que nos es habitual. No he dormido bien porque extrañaba la cama. 4. Echar de menos a alguien o algo, sentir su falta. Lloraba el niño extrañando a sus padres.



Para mí, esta palabra es el principio del fin.


Una vez me enamoré de Rafael. Tenía yo dieciséis años recién cumplidos.
A los diecisiete viajé a Bariloche por segunda vez, gracias a que una empresa de viajes de egresados nos mostró en tres días a mí y a un par más de compañeras de colegio todo lo que mi división disfrutaría meses después, en caso de elegir esa empresa. No tuve viaje de egresados y mis compañeros no eligieron esa empresa, pero no es ése el meollo de la cuestión.
A pesar de que nunca me gustó ir a bailar, la pasé muy bien. Excursiones, paisajes, gente nueva. Hubo de todo. Quien quiso sexo lo encontró, pero yo no tenía ojos para nadie y para mí la esencia de viajar no es precisamente ésa. Yo la pasé bien, pero por otras razones. Por pequeños detalles, que son lo que usualmente me colman de placer. En el hotel nos hacían una fiesta de bienvenida. Mientras, yo disfrutaba de la bañera con agua bien caliente que no tengo en casa y que tanto deseaba y aún deseo. Parientes que viven allá me visitaron, los paisajes me llenaban los ojos. Las construcciones, el Centro Cívico que parece Suiza. Y extrañaba horrores a Rafael. Lo amaba con locura.

Volví feliz a Buenos Aires. Radiante. La felicidad se me escurría por los poros. Saltaba, sonreía.

Te extrañé, le dije desde las entrañas. Me respondió con cara de velorio que uno solamente extraña cuando tiene que estar lejos de la otra persona. No me creía. Discutimos. Lloré. Pasé de la felicidad absoluta a un clima de angustia en segundos. Me pinchó la nube.
Íbamos a terminar definitivamente, si no hubiera sido porque justo mi madre golpeó la puerta, preocupada porque se me había hecho demasiado tarde y como le quedaba de paso, me pasó a buscar.
Para el día siguiente los ánimos habían calmado, me pidió disculpas, me dijo que tratemos de olvidar lo sucedido (como si yo le hubiera hecho algo grave y me estuviera perdonando) y que nos demos otra oportunidad.

Gran error.

Corría el año 2002.
Nunca más lo volví a extrañar.
Y ese día, lentísima e imperceptiblemente, comencé a desenamorarme.
Célula por célula, átomo por átomo a deshacerme de él.

Hoy hablamos de un futuro en el cual podamos ser amigos y llevarnos bien. Pero seguimos “juntos”.

Yo no sé si el amor, con los años, se transforma en esto. No sé si debería seguir sintiendo mariposas en la panza después de siete años, pero tengo la sensación de que hace rato que la fecha de vencimiento de este amor se nos pasó. O se me pasó.

* Éste es un texto escrito el 14 de junio, que ayer encontré haciendo limpieza en mi compu. Creo que hace años que estoy dándole vueltas al asunto y a pesar de que tengo una decisión tomada no puedo concretarla. No me explico el por qué, y eso me insume un malgaste de tiempo y energías. No encuentro las herramientas, los instrumentos que me saquen de este círculo vicioso. Esto no me hace bien, es el único ajuste de tuercas que mi vida necesita. Y el más grosso en muchos años. Es hora de pedir ayuda, es evidente que no puedo sola.

Crónica de un martes rosa: Mi pequeña Navidad

Día de franco, manejo hacia la facultad en mangas cortas y con la ventanilla abierta. Es cerca del mediodía, hace un calorcito tibio y el sol no me molesta porque está nublado. ¡Perfecto! me digo y pongo Creedence a un volumen bien alto. "Cotton fields" suena mientras el vientito seca mi peinado Beatle indespeinable. Las agudas curvas me "obligan" a manejar usando al máximo la capacidad de mi auto de absorber inercia, como bien lo describió Rogelio una vez.
Los pastos han rebrotado y está todo verde otra vez. Todo es perfecto. De golpe me siento una diosa. Me siento plena, en el contexto de mi vida vacía.O será que mi vida se está empezando a llenar de cosas nuevas.

Es un día de experiencias nuevas.

Trabajar en el laboratorio es un juego de adultos. Juego a la científica, me pongo guardapolvos para que el ácido sulfúrico no perfore mi ropa si algo sale mal. Juego a meter tierra en frascos, como de niña. Sólo que ahora hay que hacer que parezca cosa seria; hasta los frascos tienen nombre de cosa seria. Erlenmeyers.
Me paso la tarde jugando.

Por la noche voy a un examen parcial, pero no rindo. Presencio la escena desde otro ángulo, sentada en el banco de la profesora. Tomando mate con ella. Me siento en una dimensión desconocida, tengo la sensación de que todo es irreal, un gran holograma, un espejismo.
Hasta que me dormí este martes estuve en un estado anímico similar. Y hasta ahora me dura la resaca de excitación ante lo nuevo y desconocido.

Me asalta un recuerdo asociado a un estado anímico muy parecido. Tendría yo unos seis años, el 24 de diciembre a la noche. Excitación extrema a la espera de que den las doce para correr a abrir los regalos, cuando faltando pocos minutos ya se escuchan fuegos artificiales. Sabiendo que Papá Noel me traería una bici. Correteábamos con mi hermano y mi abuela nos rogaba que tuviéramos cuidado con los adornitos. Era la noche permisiva del año, nos dejaban trasnochar jugando.

Algo parecido es ahora, en mi vida permisiva me pagan por jugar. Y siento la misma excitación casi inexplicable, los martes son mi pequeña Navidad.

En Stand By

Mi vida es vacía, pero sin embargo no la siento así.

Hago que mis días sean simples, llevaderos. Al final de la semana me doy cuenta de que ha sido otra semana más. Cumplo con mi vida. Respiro. Camino. Patino.

Me doy muchos gustos infantiles. Salgo a patinar por mi barrio, como si tuviera once años pero con patines de adulto. Me siento en el primer vagón del subte para ver el recorrido, los túneles, las subidas y bajadas, para ver llegar a las estaciones. Si quiero un pancho me lo compro. Si quiero una Coca me la compro. Me asombro todos los días laborables de la majestuosidad de la Plaza de Mayo; de vez en cuando corro alguna paloma. Juego con mi sobrino, me pierdo en los juegos. Me compenetro y me absorben. Jumanji.
Duermo toda la mañana y tomo chocolatada en desayunos y meriendas. Mezclo comidas, salteo otras. Vuelvo a dormir.

No leo libros ni apuntes. No escribo. No miro tele, no escucho radio ni saco el mp3. Últimamente tampoco escribo en mi blog ni uso Internet más que para chequear mails.
Es una involuntaria purificación del mundo exterior.

Siento a mi mente libre de disturbios.
Mis días pasan. Me siento tranquila conmigo.

Me siento un papiro en blanco pero no tengo la intención de escribir. No quiero.
Prefiero esperar.
Desconozco qué estoy esperando, de todas formas.

I am a rolling stone.

Me encuentro feliz. Feliz con felicidad de niño. Felicidad efusiva, que me hace ver al mundo con un filtro amarillo.
O no; el filtro amarillo es causa de hacer ejercicio físico fuerte, después de muchos años de inactividad. Y la felicidad es causa de un zapato con tanto glamour y ruedas como un par de rollers sea capaz de tener.
Me los compré anoche, después de haberlos deseado durante años. En cada Navidad, en cada día de Reyes y en cada cumpleaños por los últimos nueve años he esperado esta hermosura que hoy me viene a hacer caer en cuenta de mi ex-estado físico y entrenamiento que me permitía andar por horas en patines. Que me hacen ver amarillo el mundo después de haber usado mis pulmones nuevamente a su máxima capacidad. No recordaba la sensación de tener los pulmones abiertos, de sentir cada alvéolo dentro de la caja toráxica.

En las diez o doce cuadras que hay entre la terminal del subte B y mi facultad me pegué un golpe, me sentí ridícula pero radiante, se me abrieron los pulmones y me empezaron a doler insoportablemente los arcos de los pies (tengo pie plano y mis plantillas hace meses que piden clemencia).

También me dí cuenta de que tengo diez años más, que debo ir al traumatólogo con urgencia y que tengo que cumplir mis sueños más seguido.

...
..
.

Error 801: No se puede encontrar el servidor.

Disculpe usted las dificultades técnicas; me es necesario ajustar las configuraciones de mi explorador.

(Es que la inspiración no quiere volver)...

Voy a tener que llevar al Anillo de Poder


Como en la secundaria vivía puteando la imbecilidad y la histeria de mis compañeros/as de curso, esa manía frenética adolescente que nunca tuve (ya era ortiva en ese entonces) y vivía rogando terminar de una vez por todas para por fin poder estudiar lo que me gustaba, no fueron trascendentes en mi vida más que dos personas. Ambos asquerosos y bastante retraídos del mundo, como yo.
Barbi fue la única persona durante muchos años a la que le pude contar las cosas tal y como las pienso. Con ella no hay prejuicios ni juicios. Con ella las filosofadas sobre la vida, las guazadas que se nos ocurran y las cotidianeidades que nos preocupan son temas que fluyen solos. Aunque a veces pasamos semanas y hasta meses sin darnos señales de vida.
Con Marcos nos quedábamos adentro en los recreos, teniendo largas charlas a veces de boludeces y otras veces no tanto. Conmigo puede ser todo lo cursi que quiera, contándome qué es que le gusta tanto de ésa chica que le inspiró un poema con sólo haberla visto una vez. O cuánto extrañaba a su novia de años. Él mismo me ha dicho que a amigos hombres no se le cuentan esas cosas. Por poner un ejemplo, porque también hablamos de lo que nos apetezca.

Los quiero mucho a los dos, y ellos ya lo saben y no viene al caso.

El caso es que se avecina una Reunión Encuentro de ex compañeros de la secundaria. Un asco, pero voy a ir. Por lo menos van a estar ellos dos. Me siento rara, porque me gustaría conocer como persona realmente a más de uno, aunque quizás este tipo de reuniones no sea el mejor ambiente para eso. Espero que no sea un burdo puterío, nomás.

Por lo pronto, me imagino poniendo el broche de oro a la reunión, diciendo ésto en voz alta y para todos, parafraseando a Bilbo Bolsón:

“Una noche como ésta es un tiempo muy corto para vivir entre tantos excelentes y admirables hobbi..ejem, digo, ex-compañeros. Conozco a la mitad de ustedes la mitad de lo que quisiera y quiero a menos de la mitad de ustedes la mitad de lo que se merecen. Ahora... tengo mucho que hacer (suspenso). Hace mucho que debí hacer esto. Siento anunciarles a todos que ahora ha llegado el final. Debo dejarlos, me despido muy afectuosamente. Adiós.”

Y ahí me lo calzo y desaparezco.


(¡!)

Ayer estuve varias horas seguidas repitiendo una sola palabra:




¡Guaaaaauuuuuuu!...



Terco


Mi sobrino es muy terco.

Hace unos diez días atrás, viendo la tele, me dijo nostálgico que quería ver la nieve (ahh... ió kiedo ver a ñeve!).
Me puse firme en mi posición: acá NO nieva, le dije. No en Buenos Aires.
Hay que ir a lugares leeejos leeejos.
Hay uno que se llama Bariloche, por ejemplo.
Tuve que exponer muchos ejemplos y argumentos, para que finalmente le entrara en la cabeza la idea de considerar la posibilidad de que acá no nevara.

Fastidio

Últimamente, todo lo que no sea absolutamente explícito me aburre. Todo lo que tenga varias interpretaciones me saca.
La pintura la hace alguien pensando en quién sabe qué y uno la mira con sus propios bagages de vida. Uno ve lo que quiere. Lo puede interpretar como le dé la gana, y nadie puede decir que esté mal.
La poesía la escribe alguien pensando en quién sabe qué y uno la lee con sus propios problemas amorosos y rollos de la vida. Se la descifra con códigos propios. Y nadie puede decir que algo subjetivo esté mal.
La ambigüedad me impacienta. Quiero especificaciones.
Las palabras prescindibles y los clichés también me fastidian.


Explícito: Que expresa clara y determinadamente una cosa. Sinónimos: Expreso, especificado, dicho, determinado, manifiesto. Antónimos: implícito, tácito.
Interpretar: Explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto. Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos. Concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad.

Fastidiar: Cansar, enfadar, aburrir, disgustar, desagradar, exasperar, enojar, empalagar, jorobar, molestar, inquietar, mortificar, hartar, asquear.

De cómo funciona la lógica a los tres años de vida.

Juego con mi sobrino Ale al sol, tirados los dos en el pasto sobre un trapo viejo. Los ladrillitos encastrables con aristas quedan todos en su posesión; los redondeados son todos míos. Pero los de él son más valiosos, para el mercado interno de este juego que creamos.

Pina (tratando de buscar la vuelta para adquirir uno de esos valiosos ladrillitos, y mostrándole los de ella para tentarlo le dice): Éstos verdes son alfajores, éstos chiquitos caramelos y aquéllos chupetines. Y yo tengo un quiosco. (Ella observa que el niño la mira entusiasmado. Intenta un truco; forzando una voz más tonta y aguda le dice al pequeño, haciendo teatro): Señor, ¿no me quiere comprar uno de éstos?
(mostrándole en su mano las “golosinas”).
El niño acepta y le “paga” pero después se arrepiente y busca la forma de recuperar su tesoro. Opta por prenderse en el teatro, gritando:
- ¡Veeendo hueeevos podriiidoss! ¡Veeeendo huevos podriiiiidos!
(mostrando otro juguete).
Absolutamente desconcertada, ella pregunta:

- ¿Y quién te va a comprar huevos podridos? ¿¡Para qué voy a querer
huevos podridos!?


(Veo en su mentecita correr un “loading... loading...”, en busca de una respuesta rápida. La encuentra en milésimas de segundos):
- Y... ¡¡¡ Para los monstruos!!!

Hasta la Pinunis, siempre


Me iban a nombrar Victoria a secas, pero por alguna razón mi padre agregó en el registro civil, en el momento de inscribirme, un “María” adelante.

Mi madre me dice que eligió muy cuidadosamente mi nombre porque tu nombre condiciona tu vida. Que no es lo mismo llamarse Soledad, Milagros o Victoria, para el efecto que produce en tu autoestima, por ejemplo. Que soy su victoria, y siempre juega con eso de “hasta la victoria, siempre”. Mi nombre tiene una connotación muy política e ideológica y mi familia una larga trayectoria de ideas de izquierda que no comienza con mis padres. Connotación hasta subversiva, teniendo en cuenta que nací meses después de acabar la dictadura que hubiera empezado en 1976.

Peanuts es una palabra en inglés que suena como mi sobrenombre en castellano, Pina. Sobrenombre que por años creí que mi padre me había puesto arbitrariamente al nacer. Todo esto lo conté en mi blog anterior, abandonado hace muchos meses ya. Mi padre me respondió en un comment lo siguiente:

Tu papá no te lo puso a días de nacer, fue cuando después de caminar; tu tendencia a organizar todo nos amenazaba hasta con organizar nuestras vidas. O sea, siempre hiciste cosas antes de tiempo, como aprender a leer a los casi cuatro años o armar una mesa de invitados disponiendo dónde se sentaban todos y cada uno. Un día me revelé contra esa criaturita de melenita con rulos rubios y le dije, alzándola de la cintura y llevándola a la altura de mis ojos: “vos sos muy pininita para hacer eso...”
Tantas veces hubo oportunidad de decirte eso, que me cansé de decirte "vos sos muy pininita para hacer eso" y directamente te nombraba Pinina y al final, solo Pina.
O sea, que vos tenes mucho que ver con tu sobrenombre.
No fui arbitrario, vos sólo te lo mereciste, si aceptas el contexto.
Tu nombre María Victoria, tiene que ver con los ideales de tus padres, por lo menos de los míos. Es un símbolo de lucha contra la intolerancia, la falta de libertad y el derecho de poner en marcha una sociedad más equitativa, socialmente hablando.
Tu nombre viene de una carta enviada por el periodista Rodolfo Walsh a sus colegas, que nunca fue publicada y relataba la muerte en combate de su hija, María Victoria, en plena dictadura militar. Ella no sabía de armas, pero un momento antes de morir, desde la terraza hacia donde le tiraban los milicos, según un testimonio de un soldado (el último que la vio viva), se reía a carcajadas cada vez que tiraba una ráfaga de ametralladora. Walsh decía que a María Victoria todo lo nuevo le causaba risa y apretar el gatillo de una ametralladora era eso, una novedad. ¿Te podrías haber llamado de otra manera?”

Y la verdad, no me imagino con otro nombre. Victoria me encanta. Al “Maria” lo aborrezco. Aunque jamás los escucho, y cuando los escucho no los reconozco como míos, porque hoy mi padre me dice Pumi, mi madre Pipi, mi hermano Pinunis, mis abuelos Pinita, Mica Pini, Marcos y Barbi Pinin , Belén Pinina, y ahora con esto del blog, Pinas y Pin, por nombrar algunos ejemplos.

Tanta historia, tanta política y tanta idea... y al final me llaman con mutaciones de mi sobrenombre.


Pin - 8

Recibí esta cadena por partida doble, señalada con el dedo índice por Alejandra y por Pvncho.

Es un jueguito que anda dando vueltas; consiste en contar 8 cosas de uno mismo que el resto de los lectores (supuestamente) no sepa. Las reglas son:
1. Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.
2. Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.
3. Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog.
4. Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario - que han sido seleccionadas para este juego.

Mis ocho trapitos sacados al sol:

Pin 1- Este juego me sedujo por el número al que hace referencia. Amo decir “ocho” cuando otras personas me hacen preguntas que como respuesta impliquen un número. Lo llevo hasta el punto de la estupidez; mi madre ya no me pregunta a qué hora vuelvo ni cuánto me costó tal cosa. Pero aborrezco con todo el cuerpo al imbecil ese de Riverito. O Riberito, o como sea.
Pin 2- Siempre quise tocar un instrumento musical. Nunca pude, por falta de tiempo, perseverancia y por qué negarlo, talento. Aunque me jacto de tener mucho oído.
Pin 3- Fantaseo con vivir en una motorhome. Uno gigante, hecho de un micro de dos pisos.
Pin 4- Tengo uñas duras como pezuñas.
Pin 5- Cuando tuve que decidir qué iba a estudiar, me debatí entre medicina, bioquímica y agronomía. Elegí a esta última.
Pin 6- Jamás estudié los tiempos verbales. No me los dieron en el colegio. Y odié tener que hacerlo en inglés. Tampoco lo hice; siempre puse “el que me sonaba más”. Y siempre me fue bien.
Pin 7- Para despertarme de buen humor tengo que dormir doce horas. Las duermo varias veces a la semana. Y nunca pude levantarme sola, siempre por culpa de algún ruido. Y al darme cuenta de que son las dos de la tarde, me da culpa y me levanto. En mis vacaciones de invierno voy a malgastar mi tiempo; quiero saber cuántas horas puedo dormir de corrido.
Pin 8- Soy muy desordenada. No me voy a excusar.


Yapa de aclaración:

Pin 9- En mi teclado no anda bien el botoncito de la tilde. Pone algo como esto: “tobog´´an”. Por eso debo apelar al odioso corrector de Word, que no quiere poner tildes a ciertas palabras que para mí quedan vacías sin ellas.

Los nominados por APTRA son: Lariten, Caro, Lolo, Barbi, Mik, Rogelio, Signaturio, Waiting for God(ot). Igual todos los que pasen están formalmente invitados, a tomar el té.


De picaportes, Hombres y Tapados Negros.



Era el fin de la reunión. La habíamos pasado bien todos juntos, hablando de cosas y otras cosas. Nos habíamos reído. Las caras que no vi me eran familiares. También sus voces. Reconocí una sonrisa; pasó a mi lado un saco caminando. Los zapatos de mujer hacían ruido en el piso caro.

Junto a la ancha puerta de madera clara despedía yo a mis invitados, era alguna fiesta en mi honor. Era mi cumpleaños. En la casa de mis sueños. Había demasiada gente, nadie había hecho un filtro para invitar a nadie. Por eso había gente con la cual no tenía demasiada relación, como por ejemplo El Hombre. El Hombre, que había visto tan pocas veces y todas ellas me miraba con esa timidez sonriente.

Una se despedía y me daba un beso. Otro me saludaba sólo verbalmente. Se iban. Yo sostenía el picaporte y sentía la brisa fría que venía de afuera. El Hombre tenía puesto su Tapado Negro. Pasó a mi lado y en una milésima de instante algo hizo que se tropezara mínima e imperceptiblemente tres centímetros antes de decir “chau” y darme el beso en la mejilla para irse. Su brazo derecho me abrazó por la cintura, el izquierdo por sobre mi hombro. Nuestras mejillas pegadas, nos quedamos ahí y así unos cuantos segundos que me parecieron muchos más. Susurró “tenemos que vernos, después”. Yo le respondí con la cabeza. Los que terminaban de salir de la casa nos miraban, con mucha naturalidad y nada de sorpresa. Cuando el último invitado hubo salido, El Hombre me besó en la boca.

Y ahí me desperté, rogando no haber dicho su nombre.

...



Y ahí anda, con su tapado negro por la vida, sin darse por enterado de que anoche se transformó en El Hombre de mis Sueños.
...

De comunismo, dinero y adolescencias.

Ya no le quiero devolver a mi padre su lugar de padre.

Si quiere vivir como un adolescente y no pretende crecer, por mí se puede ir bien al soberano carajo. Y toda mi rabia por cosas de plata. La plata, maldita plata. Plata que bien me hizo tanta falta durante tantos años, y que él nunca procuró proveerme. Será por eso que tanto me gustaba la idea de comunismo en mi temprana adolescencia. Se separó de mi madre, se fué donde (su) mamá a vivir otra vez y volvió a ser hijo, hijo adolescente que su madre necesitaba bajo su ala, tácitamente a cambio del techo y la manutención, inmerso todo en una enferma y frágil armonía familiar. Pero se olvidó de que mi hermano y yo éramos niños grandes, y que aparte de saber entre quilombo y quilombo que nos quiere necesitábamos cosas materiales. Cosas como un techo, por ejemplo. Cosas que mi madre se ocupó de darnos.

Llama una vez cada tanto, cada par de meses, para saber cómo estoy y cómo voy con mi carrera. Presumo que ésos son los temas sobre los cuales pregunta porque son todos los temas en los cuales lo dejo inmiscuirse. Que las cosas se queden así, entonces, que por algo así estaban. O que acaben de empeorar, pero que tomen un curso y empiecen a moverse. Sólo espero el momento de poder verlo a solas y hacérselo saber, preguntar y reclamar.

Seguramente será de la forma más cruda y bestial posible.

O quizá sigan transcurriendo años de conversaciones tirantes.

Cita Bíblica

"Maldito. Maldito tú y el fruto de tu carne.
Maldito, maldito.
Maldito el fruto de tus labios y de tus manos.
Malditos tus días y tus noches. Maldito tu hacer y deshacer.
Maldito, maldito.
Malditos tus esfuerzos, malditos tus decires.
Malditas tus idas y venidas.
Malditos tus acentos, tus apóstrofes y tus paréntesis. Tus comas y puntos aparte.
Maldito todo tú. Te maldigo. Te puedes ir al soberano carajo.”
.........................................Santa Biblia. Apocalipsis. Sta Victoria (23:6).



Un nuevo ambiente en mi cuchitril interno.

Salida repentina con destino Easy, esos gigantescos lugares donde venden cosas para el hogar. Miro cosas, me imagino los rincones y detalles de decoración que mi cuchutril va a tener cuando yo logre tenerlo a él. Imagino sus ambientes, sus colores, la luz del sol que va a entrar por los grandes ventanales. Me descubro eligiendo toallones con texturas raras, cortinas y sábanas con mucho algodón. Confirmo que lo dorado no me gusta en ningún aspecto de mi vida, siempre prefiero al plateado y al azul. No tengo cuchitril ni medios para conseguirlo todavía, pero ya me lo imagino.

Él tendría casi cuarenta años, que no se le notaban para nada por la jovialidad con la que se movía y la felicidad que irradiaba. Llevaba un carrito de compras vacío, dentro del cual iba parado y jugando a surfear un bebé de un año y pocos meses a juzgar por la poca estabilidad que tenía. Ella se acerca. Tiene un juguete en la mano que su hijo manotea. La veo jugar con el padre de su hijo y se ríen juntos. Se divierten. Los dos rondan los treinta y cinco años, y se m
iran cómplices. Con inocente travesura infantil en los ojos.
Yo observo la situación parada en una esquina entre las góndolas. Los veo venir, pasan a mi lado y siguen de largo. Parecen no notar mi presencia, y ni siquiera yo la noto. Me siento como un espíritu volátil, suspendido en el aire y en el tiempo, mirando a la gente vivir. Los contemplo largo rato, sin siquiera darme cuenta. No había nadie más que ellos tres, ni siquiera escuchaba el ruido ambiente. Parada inmóvil en esa esquina. Hasta que ellos se percatan y él clava sus ojos en los míos, exigiendo que le devuelva su privacidad y su pequeño mundo. Y yo ahí parada, inmóvil.
Y en ese instante me invadieron todos mis sentidos. Me sentí volver en mí, pero ahora sentía algo nuevo. Algo más que lo que sentía antes de perderme en ese deja vu voyeurista. Algo se había sumado.
Unas violentas, repentinas, impetuosas y egoístas ganas de ser madre.





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Óleo de una mujer sin sombrero



Al óleo pastel, trece de Marzo de 1986. (Yo tenía un año y cuatro meses).

El huevo que no fué.

Hay en la facultad un chico que a mi modo de ver, es un grande.

Estamos haciendo una materia en la cual la profesora nos dió a elegir la fecha para rendir el segundo parcial. Algunos preferían rendir el 14 de abril, otros preferían el 20. Asíque hicimos una votación vía mail. Una chica confeccionó una tablita con nuestros nombres y apellidos y cada quien puso una cruz en la fecha que más le convenía.
Cuando la mayoría había votado, se perfilaba que iba a ganar por mayoría la fecha del 20. A él no le convenía nada, asique escribió este mail el miércoles en las vísperas de Pascuas y nos lo mandó a todos nosotros...


"Advirtiendo el desenlace de esta votación y siguiendo un poco con la política de nuestros gobiernos nacionales, me preguntaba si los que decidieron votar por el 20 no se encontrarían dispuestos a reconsiderar su decisión teniendo en cuenta la posibilidad de recibir a domicilio un hermoso y rico huevo de pascuas de chocolate negro con curiosas sorpresitas en su interior en caso de adoptar otra postura. Pueden meditarlo . . . "



Hoy, 20 de abril, rendimos la materia en cuestión. Este sería un pequeño homenaje al huevo que no fué.


Amalia Fortunata Venturosa

Haciendo tiempo para no estudiar recuerdo que en los primeros años de la primaria, la maestra escribía palabras sueltas y que debíamos hacer oraciones con ellas. Y que yo incluía varias en la misma oración. Con diez palabras de mi diccionario seleccionadas al azar, hice ese ejercicio otra vez. Éstas son las palabras y el texto que quedó:

Insulto / Sentencia / Embeleco / Oscuro / Entelerido / Ver / Rara avis / Reparación / Traslúcido / Torcido

Sus dientes estaban muy torcidos y amarillentos por culpa del cigarrillo. El olor que se percibía al pasar por la fábrica Marlboro la transportaba instantáneamente a los relatos de su abuelo, que tenían olor a nicotina. Los relatos de ese hombre nunca fueron traslúcidos, siempre estaban teñidos de amarillento. Amarillento como esos dientes y como las fotos que setenta años después le recordaría esos momentos felices.

Amalia Fortunata Venturosa tenía ahora nietos; se suponía que era su turno de tallar mentes infantiles. Se propuso engatuzar los pensamientos del pequeño Francisco con embelecos de mil calañas; quería predisponerlo a ser un soñador empedernido. Malena fue un insulto para sus propósitos; la niña había resultado ser más idiota de lo que parecía a simple vista. Nunca pudo lograr que prestara atención a sus relatos, ésa cría seguramente estaría destinada a seguir los cánones de belleza pautados para su generación y ganarse la vida con eso. Ángel, por su parte, era excepcionalmente maleable. Rara avis. La anciana estaba segura de que luego de impartirle un par de sesiones de ficción, su mentecita no tendría chances de reparación. Ver ésto la llenaba de satisfacción. Macabra, era esta vieja. Entelerido, quedaría este niñito. Oscuro, veía ella el futuro de sus trastornados retoños.

“Amalia, ¿en serio piensa que la escuchan? dijo su ama de llaves. “Esos canarios no entienden nada de lo que usted les cuenta”.
“Amalia, usted sufre de un interesante trastorno de personalidad”, fué la sentencia del psiquiatra.

La vida en una canción, por mero capricho mío.

Hace por lo menos cuatro o cinco meses que una canción viene musicalizando mi vida. Alguna vez me veo en una línea, otras en otra.
Sé que es una canción de amor, pero en cualquier ámbito de mi vida le encuentro sentido. En lo estudiantil, lo amoroso, laboral, familiar, en cualquier aspecto. Siempre le encuentro la vuelta y me veo identificada en alguna estrofa. Simple capricho.
Por supuesto, si pueden escucharla mientras la leen muchísimo mejor. Les pegué un link porque no encontré otra forma mejor de compartirla. La pueden pegar en la barra de direcciones en una ventana nueva, para que no se les pierda de vista la letra.

Como información sobre la canción, les diré que Kevin Johansen, despechado por un amorío, escribió un tema que no lo convencía del todo, y se lo mandó a Jorge Drexler para que le dé forma. Y esto quedó.
La melodía tiene la tranquilidad, la pasta de JD. La canción combina la dulzura de su voz con la gravedad de la de Kevin, y la claridad en la voz de ambos. Por momentos cantan a dúo, escuchándose un matiz que me encanta. La música (y sobre todo la guitarra), es más típica de K, y los coritos ("uuu; aaaa") que apenas se escuchan son característicos de JD. El dejo de candombito uruguayo que se cuela en la música está presente en las canciones de ambos, asíque no puedo decir que se deba a uno o a otro. (De hecho, JD es uruguayo).
Podría jurar que la primera estrofa fue escrita por KJ, por la crudeza. Y también que "Tengo tiempo y tengo paciencia/ y sobre todo/ te quiero dentro de mi existencia/ de cualquier modo" es de puño y letra de JD. Tiene una forma muy particular de usar las palabras.

Ahí les va:

http://www.goear.com/listen.php?v=866d00d

No voy a ser yo
(Kevin Johansen & Jorge Drexler)

El que se quede sin dar el paso, no voy a ser yo.
Quien se canse de tus abrazos, no voy a ser yo.
No voy a ser yo, no voy a ser yo.

Tengo tiempo y tengo paciencia, y sobre todo,
te quiero dentro de mi existencia
de cualquier modo.

Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.
Hay gente que no debería enamorarse;
algunos no deberíamos dar el sí.
Yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida
sin que la vida pase a través de mí...

Quien se esconda de lo que siente, no voy a ser yo.
No voy a pisar el freno, no voy a ser yo.
El que se ande con más o menos, no voy a ser yo.
Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar.

Yo no veo otra salida; no quiero pasar la vida,
pisando una piedra y volviéndola a pisar...

Si querés un Príncipe Azulado, no voy a ser yo.
Si querés un bangundangunladu, no voy a ser yo.

No voy a ser yo....


Ahora, les toca a ustedes: ¿Cuál musicaliza sus vidas, por puro capricho de encontrarle la vuelta como yo?. O bien podría preguntar, ¿cuál se ha cruzado con más frecuencia por sus cabecitas estos últimos meses?.
...

Padre Nuestro, que eres un duende.

Muchas veces escribo para que mi mente no haga fábulas de mis vivencias. Para que no agregue detalles felices o dramas exagerados con el tiempo. O para comparar mis recuerdos con mis escritos.
Ésto no lo escribí jamás, probablemente para olvidarlo sin que queden evidencias de que efectivamente algún día sucedió. Como en efecto hice.

Yo descubrí en la computadora ese poema de amor y calentura que mi padre le había escrito a esa tal Lorena. Y mi mamá no se llama Lorena. Y yo hacía poco que tenía trece años.
La senté a mi vieja en la compu y le dije “mirá, leé” o algo por el estilo. Después, niebla. Todo transcurre rápido, como cuando uno adelanta una película y todo se vé corrido. Acto seguido, mi padre y yo en su pieza. Él empacando, huyendo de mí y de mis preguntas, por primera vez en nuestras vidas. (Mi madre siempre me contó que siendo yo una beba, mi padre esperaba ansioso el momento en el cual pudiera empezar a hablar, y más aún a preguntarle cosas). Pero ese día y en ese recuerdo no. Yo le pedía explicaciones, o le preguntaba porqué, o algo así. Y él me respondía que yo era muy chica, que son cosas del amor, que todavía no podía entender. También estoy enamorada, sé lo que es el amor, le dije.

Mi padre era mi ídolo. Mi progenitor favorito. Mi referente. Se me vino el mundo abajo en esos días, le perdí el respeto y la admiración.
Por otro lado, siempre supe que yo fui la que descubrió el cuerno. Pero mi mochila es mucho más pesada, el peso de tener eso no se correspondía con un boludo poema.

Hace unos días atrás, viendo “Analyze this” con mi vieja, hablábamos de lo increíble que es la mente, de cómo las cosas que le pasan a uno de niño te condicionan para el resto de tu vida, de que uno no tiene recuerdos abundantes de niño pequeño pero que está todo archivado, de que como mecanismo de defensa uno borra lo que le hace mal.
Uno borra lo que le hace mal. Pensé que era un cliché de diván.

Las cosas no fueron así, me dijo mi vieja. Me dijo que un día yo atendí el teléfono y recagué a puteadas al que estaba del otro lado del tubo. Que después de eso perseguía a mi padre; que dónde estaba, con quién y hasta qué horas. Que era fin de año, y como en todos los fines de año lo invitaban a las fiestas de fin de año de prensa. Porque mi papá, aparte de medio antropólogo y medio arqueólogo es periodista completo, porque es la única carrera que los militares le dejaron terminar. Entonces a mi mamá no le pareció raro que se ausentara esa noche. Mi mamá me contó que cuando volvió lo atajé en el pasillo y le pregunté altaneramente dónde había estado y porqué traía esa cara de feliz cumpleaños. Todas estas cosas, en un lapso de unos quince o veinte días. Y que una tarde al salir, dijo que nadie tocara la computadora porque estaba rota y que cuando volviera la iba arreglar. Que ni bien cerró la puerta las dos nos abalanzamos sobre el artefacto, y yo fui directo al único archivo nuevo. “Éste es nuevo”, dije. Y ahí el episodio que yo recordaba, de mostrarle a mi madre lo ocurrido.

Y allí le confesé a mi madre que yo ya sabía, pero que no encontraba la manera de decírselo. Que lloramos abrazadas a moco tendido. Que cuando mi madre cayó en cuentas y quiso investigar, yo ya había estado investigando y le dije quién era, dónde trabajaba y qué hacía.
Y yo no me acordaba NADA de todo eso. Nada.

Supongo que fue meses después cuando mi madre me escribió
esta carta. Con razón me hacía llorar tanto, tenía mucha más carga emocional de la que recordaba.

No fue por el cuerno (que hoy que soy más mujer lo entiendo aunque no lo justifico), supongo que fue por la situación de desencanto por la que me hizo pasar. Supongo que es por eso que mi padre nunca volvió a ser para mí la misma persona. Le falta la magia de duende, porque los padres no son personas.


Quiero pintarle de nuevo su bonete.

Pini Y yo ... (éramos como pan... y mantequilla)

(Texto en coautoría con Mik).





Par de bobas. Porque nos reímos de nosotras mismas, principalmente por eso y porque sabemos aceptar la estupidez que nos adjudican. Sabemos argumentarla elegantemente y eso nos hace más tontas aún frente a aquellos que espían al mundo por el hueco deforme de la cerradura. ¿Lo ves?: Las locas (¡son raras, sí!) juegan a que meditan mientras secan sus zapatillas al sol, las locas leen juntas y se aislan cuando el resto sociabiliza. ¿Qué hace ese par de bobas? ¿Por qué no se pintan y se alisan el pelo?
No nos pusimos el atuendo adecuado y por eso así la noche, por eso y porque nos gusta así. No queríamos aquello del ritual barato, pura monotonía, cosas que pueden conseguirse (sólo y sólo con el atuendo adecuado). Ellas bailaban como quien se obliga a cumplir una labor, con un poco más de esfuerzo pues era preciso mentir. Nosotras, mientras tanto, nos reíamos de eructos y de catrieles en una esquina. O
hablábamos de gramática y ortografía un sábado por la noche, de verbos imposibles frente a un capuccino. O de la Botánica Oculta y los poderes oscuros de la mandrágora. O hacíamos poesía de la canción que Rodrigo le dedica a Maradona. Todos ellos, retrucándole el amor que sus novios les juraban vía celular. Nosotras, con Don Bosco.


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Nosotras, jugábamos. Y por eso, la risa.
Pero ellos no juegan, ya son adultos. Nosotras, par de bobas
.

When I find myself in times of trouble, mother Mary (Victoria) comes to me.

Ésto demuestra hasta dónde se conectan el cuerpo y la mente. Me debilito psicológicamente y mi sistema inmune se va a parar a la mierda, justo cuando menos necesito que así sea. Tengo la primera crisis de mi vida, la más fuerte y movilizadora, que me agota, y mi cuerpo es la pieza siguiente en caer en el caminito de dominós. Me duele muchísimo la cabeza y todo lo que ella sostiene. Ojos, encías, dientes, pensamientos. Siento el cráneo estallar y mis sesos se quieren salir por los agujeritos de mis sienes, ésos que mi papá masajeaba para hacerme dormir. Lo hizo desde que yo era una beba hasta mis trece años, edad en la que se separaron mis viejos y dejó de ver cómo mi hermano y yo nos quedábamos dormidos todas las noches.
Escribo en un deja vu, debo tener fiebre. Me duele todo, me siento muy mal. Horas frente a la computadora y otras más frente al televisor para no pensar, pero me es inútil. Sólo hacen que me duela más la cabeza.
Y ahora me vengo a enfermar. Qué va a ser de mí? Pensante y sola, conmigo misma en la cama, obligada a buscarme e indagarme... yo que me quería evitar. Por lo menos espero que la fiebre me traiga alguna alucinación que me dicte, a modo de premonición, los pasos a seguir. Pienso y pienso pero no llego a ningún lado, por primera vez en mi vida. Por eso dejaré que las cosas sigan su curso, para ver si la corriente las deja río abajo un poco más limpias. Las dejaré ser. Estar ahí.
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(I´ll) Let it be.
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About me


Ésto es una suerte de definición, la que nunca hice para describirme en blogger. Ninguno de mis conocidos saben todos estos pormenores, hasta hoy eran muy míos. Pero sólo porque no se dió el momento de contarlos, no porque no me guste exponerlos.
Por otro lado, traté de no caer en lugares comunes (me gustan los animales, pero éso le pasa al 90% de la población, en mayor o menor medida).
Veamos...
Me gusta/n:
- Cocinar con vino y quesos
- Que los autos queden con las ruedas delanteras mirando para afuera cuando están estacionados. Que queden las delanteras en ángulo, como si se lo hubiera apagado en pleno movimiento. Ese detalle me gusta.
- El ruido hueco que hacen las cajas al cerrarse (costurero de abuela, por ejemplo).
- Los coleópteros.
- La sensación de vacío que se siente en el estómago cuando el auto en el que uno viaja pasa demasiado rápido por un badén (hasta tengo mi badén favorito).
- Sacar fotos de noche, cuando la cámara para captar suficiente luz deja el fotómetro abierto mucho tiempo. Hasta le he sacado fotos a las estrellas. Amo a mi cámara. (Fotos ilustrativas: desde el embalse de Río Tercero hace días nada más, y mi perra contemplando un anochecer).
- El aroma de las aromáticas cuando las riega la lluvia.
- Pintar con crayones Jovi.
- Hablar con eses por demás, como Apu.
- La palabra “queue”, pero no queuear.
- Las dentaduras perfectas de mil dientes.
- La palabra “crowd”, pero no las multitudes.
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Capítulo II: De pleamares, naranjos agrios y tambores.

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Entonces el blues y el reggae sonaban sin sonido en mi ameba. “No te mimetices”, me dijeron. Yo sí que podía sentir. Sentí que no me importaba nada en absoluto. Me quería quedar ahí indefinidamente. Si esa noche me arrastraba la pleamar y terminaba en la Atlántida, mi ameba sería de todas formas feliz en el océano, que después de todo fue su lugar de origen antes de instalarse en mi cerebro. Si amanecía y por culpa del día se diluían las estrellas, o si se caían en el río eutrofizado, para mí era lo mismo. Si él me proponía ir a plantar naranjos agrios a Etiopía, por mí estaba bien. Nada me importaba.
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De muchas cosas hablamos sin censuras, muchas triviales y otras tantas importantes, con la brutalidad sincera a la que ya nos estábamos acostumbrando.
“No sos tan difícil de entender, pero sí (y sólo si) hablás”, le había dicho minutos antes.
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Mi burbuja de gravedad cero se hizo trizas con un resonar de tambores que provenía de la playa. Unos cuantos umbandas ofrecían sus inocentes a Iemanjá, mientras hacían su precaria música que vino a ser algo así como la corriente de “El Niño”, que sopló en un lugar no muy lejano y vino a condensar el aire en nuestro microclima de intimidad. De repente no supimos qué hacer. Entonces él omitió lo que me enteraría días después (sobre las ya descriptas características de su ameba) y yo terminaría esperando el colectivo en Rivadavia y General Paz.
...

Descostillándome

Estoy en la hemeroteca de mi facultad, donde tenemos internet gratis. Tengo los cachetes calientes (y debo tenerlos rojos también) de tanto aguantar la risa. Mis riñones están por colapsar, y me arden los ojos, los tengo llenos de lágrimas de risa reprimida por estar en un lugar público descostillándome en silencio. Parezco una vaca enojada, que larga grandes cantidades de aire por la nariz, pero no señores, no estoy enojada. Es porque hacía mucho rato que no me reía así. Quizá sea porque la primera carcajada reprimida hace que todo sea más gracioso de lo que en realidad es, exagerando la gracia del texto.
Fernando Peña (la Mega mejor dicho) le hizo el año pasado un reportaje a Boy Olmi. Yo le tenía mucha idea a este último actor por culpa de ese personaje estúpido que hizo en "La Niñera". Pero ese día me dí cuenta de que eran sólo prejuicios míos. En ese reportaje Boy se comprometió con Peña a hacer una sección en su programa, hablando de diversas boludeces. Boy Olmi es un Volador Bárbaro. Que tiene un programa que a veces miro. Ese programa tiene un blog, y ese blog un link a diversas páginas, y una de ellas es una "enciclopedia". Una de las páginas de esa enciclopedia es la causa de mi descostillazón. Es ésta. Salud.

Sentimientos encontradísimos

Cuando dejó de ser un bebé y pasó a ser un bebote, cuando me empezó a reconocer y a tirarme los brazos para que lo alce, cuando empezó a comunicarse aunque no podía todavía hablar, pegamos onda. Y en mi afán de proteger desprotegidos, de defender inocentes, comencé a ir más seguido a verlo. Cada vez más. Mi sobrino tendría entonces unos nueve o diez meses. Su madre no tenía la paciencia para ponerlo en el suelo y hacer que camine, y así fue como dió sus primeros pasitos, siempre aferrado de mi mano. En el interín me fui de vacaciones, y cuando volví se había animado a soltar los bordes de los muebles y se había largado a caminar solo. Me miraba al soltarse del borde de la cama para cruzar la pieza, como diciéndome “mirá, lo logré!”. Su madre viajaba a Once a comprar variadas porquerías, en su mayoría encargadas por catálogo, varias veces a la semana. Se iba temprano a la mañana y volvía a la nochecita, y así fue como él se empezó a quedar días enteros conmigo. Le enseñé a juntar balbuceadas para formar palabras, y empezó a hablar. Le daba la mamadera por la mañana y sus respectivas comidas, le cambiaba los pañales, le cantaba para que durmiera la siesta. Terminó mi año lectivo en la facultad, y como tenía una beca no trabajaba. Éso hizo que pasara todavía más tiempo en su casa. Iba casi al mediodía, para asegurarme de que almorzara. Porque su madre no tiene la paciencia para sentarse a darle de comer, y por almuerzo y cena le daba leche a un bebé que necesita comida y de la buena. A la tarde lo llevaba en mi bici a visitar a alguien, a la plaza, a la calesita o simplemente al pasto a jugar. Pasamos tanto tiempo juntos entre su año y dos años y medio de vida que le enseñé a hablar. Ésto es así a tal punto que cuando él le decía algo a su madre, ella me preguntaba a mí qué era lo que su hijo le estaba diciendo. Lo bañaba por las noches, porque su madre sólo lo hacía cada tanto y a mí me dolía verlo dormir todo mugriento. Lo acostaba en la cama y él hacía fuerza para no dormirse porque sabía que yo me iba a mi casa. Esto se repitió muchas veces, hasta que terminó durmiendo en mi casa como mínimo una vez a la semana. Su madre hasta me llegó a decir que lo primero que hacía al despertar era preguntar por mí, y que hasta me nombraba en sueños.
Me metí demasiado en su casa, y cuando estaba a punto de sentarme a hablar claramente con la madre para ver si no le hichaba las pelotas que yo estuviera ahí atendiendo a SU hijo, y que su hijo casi me había adoptado como madre, ella me hizo un regalo por toda respuesta. Porque sí. Como diciendo “gracias por atenderlo, yo me doy cuenta que tiene que ser así pero no puedo hacerlo por razones que ni yo misma entiendo”.
Cuando empezaron las clases nuevamente me tuve que despegar de él. Cuando volvía a verlo y veía que estaba cenando leche chocolatada, pizza o chizitos se me caía el alma. Todos lo veíamos flaco y le pedíamos que lo lleve al médico. Estaba bajo de peso. No servía de nada que yo le haga una cena si almorzaba té o si se pasaba comiendo boludeces todo el día. Y ni hablar de las necesidades emocionales y de cariño. Me dió muchísima rabia, hasta pensé si había posibilidades de sacárselo, por las buenas o por las malas.
Pero me supe poner un freno, me recordé que si yo hasta el día de hoy no tuve hijos propios es porque no quiero tomarme esas responsabilidades que me estaba tomando con un hijo ajeno. No tenía tiempo para darle a un hijo. Porque si se los atiende como lo demandan, es agotador. No sólo física, sinó mentalmente. Y fue por eso que renuncié a la beca y tomé ese trabajo, para realizarme, distraerme y despegarme un poco más de él. Hoy no tengo beca ni trabajo, pero pude dejar de estar tanto tiempo con él, aunque no puedo evitar que cuando nos juntamos a comer se revele contra su madre y venga a comer de mi plato y sentado en mi falda.
En seis meses, ella se separó del padre de sus hijos y se juntó con otro tipo.
Menos mal que no soy médica, porque sinó andaría por la vida atrofiando trompas de Falopio de mujeres como ésta.
“Pina, vas a ser tía otra vez”, me dijo hace unas horas.

Capítulo I: De reggae, blues y amebas.

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Esa noche sonaba un tema en mi cabeza cuyas letras evidenciaban mi estado de ánimo, pero otra pieza sin música ni voz sonaba más adentro. Adentro de éso que llamamos alma y que no sabemos bien dónde está ni cómo es, éso que duele o alegra en el pecho pero sospecho que está en el centro mismo del cerebro, o en todo caso en alguna cavidad anexa y translúcida como una ameba, donde van a parar todas las terminaciones nerviosas.
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En mi ameba sonaba una pieza sin música ni voz, que producía en mí el mismo efecto que Bob Marley. Un ritmo que para algunos podrá ser depresivo, pero que a mí me levanta el ánimo. Igual que lo que me pasa con el blues. Sé que es lento y triste, que cuenta de puros dolores y torturas.Pero las voces de los negros, cuando se desgarran cantando, me llegan profundo en la ameba, y esas armónicas llorando al son de las guitarras que cantan graves... y la batería marcando el ritmo del corazón... producen en mí el mismo efecto que supongo habrán producido en los negros esclavos: desahogarse, deshacerse por un rato de sus penas. En milésimas de segundos me llenan de paz, y el ritmo me lleva, y me levanta el ánimo. Bob Marley también habla de esclavitudes, aunque también de falopas. Son la falopa de mi ameba, el blues y Bob. Aunque los escucho muy esporádicamente.
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Esa noche ninguno de los dos sonaba en mi cabeza, pero mi ameba bailaba al compás de ambos. Estaba llena de paz, pero a la vez con los nervios a flor de piel. Esa persona, ese lugar, ese momento estaban ahí, sí. Pero todo esto se sucedía independientemente del exterior.Le dije que éso era lo que necesitaba: algo de amebas.
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"Ahora tengo estúpidos requisitos", le había dicho a alguien un tiempo atrás.
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Nunca se me hubiera ocurrido requerir que una ameba sea transparente, absorbente y gelatinosa. Para mí todas las amebas eran así. Pero ésta ameba no, ésta es gris, y no tiene la forma aforma de las amebas, sinó que está ahuecada. Como si le hubieran dado un gran hachazo y aparentemente hubiera cicatrizado en superficie, rápido, como para salvar su vida, como lo hace el Aloe Vera. Pero adentro le quedó un hueco. Y encima tiene forma de caja. Una caja gris. Una caja gris que tiene las terminales nerviosas desconectadas.Una caja gris que tiene las terminales nerviosas desconectadas. Caja gris, que no es negra como la de los aviones porque todavía tiene mucho de blanco y de pureza. Que no es negra como la de los aviones porque no tiene nada que recordar. Que no es negra como la de los aviones porque adentro tiene una página en blanco.A veces deja entrar alguna mirada, alguna palabra por una hendija, pero ésa hendija se sella instantáneamente con un barrote de gelatina.
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Hilo de pensamientos II

Una de las últimas cosas que Kaitos dice acá es que su cerebro tiene vallas. Eso me hace pensar en Valla, un profesor ilustre de Botánica. Y a partir de ahí otro hilo de pensamientos.
Helo aquí:
Vallas. El viejo Valla. Botánica: flores. Ésa flor retorcida que había en Córdoba y acá no había visto jamás. Jazmín nosecuánto, me dijeron que se llamaba. Parálisis emocional, me dijeron que se llamaba. Sierra. Teclado hace ruido. Alrededor juegan a los jueguitos. No sé que pensar, sé que luego pensaré distinto, estoy loca, se me retuercen las tripas. Qué hago con gorro un día nublado? Será por eso que me miran? Está por llover y yo con gorro. Pica, me rasco. Mentira, no me rasco, el que está al lado me puede ver. Parece que va a tener otro, maldita yegua. Ale me dijo que tiene un bebé en la panza. Panza, menuda panza la que traje de allá. Que pan casero, que dulces, salís a caminar y la fruta aparece por todos lados. Uvas, moras, membrillos, manzanas, higos, muchas. Flores y piedras. Piedras, rocas, suelos, edafología. Ese profesor gracioso. Gracia, ¿cuál es tu gracia?... Alta Gracia. Qué lindo que es. Gracia. Piruetas. Gracias, gracias por todo... gracias... totales. Soda que no me gusta. Cerati no me gusta. Ceratitis Capitata, no me animé. Ceratis, ceras. Súber. Subo. Subo la sierra, voy por la quebrada. Me quedo en la piedra pensando, mi madre me llama a comer. Matan al corderito y me lo como. Cómo era ese disco de los redondos? Algo de lobos y corderos... ah. Lobo suelto, cordero atado. Lana. Lara. Lara de Tomb Raider.. qué jeta que tiene esa mina... qué película de mierda. Adoptó varios niñitos la yegua. Niñitos y yegua, vocablos adoptados por mí, hijos de Barbi. Barbi no quiere tener hijos, los va a adoptar. O eso decía cuando tenía quince años. Quince, cuatro, cinco. Cinco las piedras de la payana que te traje. Diez minutos le pido a mi hermano. Hermanita Caridad, la bruja ésa que sabe que no le creo su circo. La saliva se me espesa y tengo hambre. Me voy a comer, parece que hoy no quiere quedarse en blanco ni pensar en blanco tiza, papel, barquito, Colón, Octubre, basta. Basta.
Más luego le pongo una imagen.

Célebre, sí señores.

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Compartiendo con otros veinte compañeros de la facultad una cena, en un viaje de varios días que una materia organizó, dije una frase célebre. Sí, si. Célebre.
De la cocina traían grandes bandejas y las ponían en el centro de la mesa para que cada uno se sirviera lo que quisiera en su plato. Ese día habían cocinado una pasta muy rara, era como un pionono sin relleno. Rollos con tuco.
Una de las chicas, nadie supo porqué, esa noche se autoadjudicó la tarea de servir la comida a cada uno de nosotros. No había necesidad, porque no éramos boy scouts que nos repartíamos las tareas; en todas las comidas anteriores cada quien se servía a su gusto. Yo me rehusaba a darle mi plato, no me gusta que me sirvan porque sí (porque no me gusta servir a nadie). Aparte me gusta elegir lo que como si tengo la oportunidad, porque soy una maniática de la carne sin grasa, detesto la carne llena de nervios y grasa. Por eso me gustan el vacío y la pechuga de pollo. No porque engorde ni nada de eso, sencillamente no me gusta el sabor pero mucho menos la textura. Me da arcadas la textura de los nervios. Y había un rollito que estaba más doradito, y había una parte en donde se notaba que la salsa era la del fondo de la olla, ésa tan sabrosa que queda pegadita en el fondo.
Y llegó mi turno. Y no sabía cómo decirle que se metiera en sus cosas, que coma en paz y me deje servirme sola. Ella es muy hinchapelotas, y quería servirme a toda costa a pesar de que le había dicho “no, gracias, me sirvo yo” . Y me salió decirle, ya casi perdiendo la paciencia: Quiero elegir mi propio rollo. Y le saqué el cucharón de las manos, si mal no recuerdo.
Hubo dos tipos de reacción de la gente que me rodeaba: unos rieron, otros se quedaron medio duros ante la aparente violencia innecesaria. Sólo una persona supo acatarlo como lo que era: una frase célebre. Sí señores. Mica dijo algo así como “qué buena frase!” . Le respondí “Sí, elige tu propio rollo”, haciendo alusión a la serie de libritos que tanto leí de chica. Y a partir de ahí comenzamos a usar esa frase “Elige tu propio ...(loquesea)” en cualquier contexto.
Hasta que un día ella subió un post sobre los problemas que tenía, y yo le comenté “así es, elige tu propio rollo, en la mesa y en la vida”.
Ella la personalizó, y así quedó: “Choose your own rollo”. En la mesa y en la vida.
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Este post fué inspirado en un comentario de Rogelio. Conozcanlón.
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Hilo de pensamientos


Las chicharras hacen ese ruido. Me recuerdan al sauce de la casa de mi niñez, y a las orugas que vivían sobre él, que mi papá mataba con el aire comprimido. Ahora recorro mentalmente el terreno de esa casa. El galpón, cuyas paredes garabateábamos con mi hermano. Siempre lleno de humedad. El ciruelo, que nunca dió ciruelas. Allí aprendí a andar en bicicleta, esquivando a mi hermano que jugaba con pasos torpes bajo el ciruelo. La casa con compuertas, el pino y el jazmín. La enamorada del muro en el galpón y la corona de novia. Muchos de mis recuerdos están asociados a plantas. En un 30% de mis fotos de niña aparezco tocando o abrazando algún animal. Animal!!!! Ese imbécil que me tiró encima el micro mientras manejaba en la ruta. Me gusta manejar. No me gusta ir atrás. Todos los autos zumban atrás. Todos menos el Peugeot 504, como el que tenía mi abuelo, cuyo asiento quemamos con mi primo mientras jugábamos a que fumábamos. También jugábamos a Cristóbal Colón en los charquitos de agua, aplastando a los indios que se interponían en nuestro paso al bajar de nuestros barquitos de papel. Mi primo, que está armando un Falcon. Falcon como el de mi hermano y como el de mi tío Rodolfo. Yo pongo los votos sólo por Rodolfo. León. Zoológico de Luján, tocamos al león. Plaza de Mayo, hace unos años. Tocó León. León Chueco. Me pica la cabeza. Me quedé en blanco... ahora sí, a estudiar.

Ale



Quiero que charlemos de cosas de niños. Con palabras de niños.
Quiero darle un beso. Darle un beso de vieja; así se llaman los besos cuando son muchos y babosos.
Enseñarle los nombres de las cosas que le gustan.
Responder sus preguntas indiscretas, demasiado avanzadas para su edad.
Ayudarlo a armar ideas.
Llevarlo a la plaza. Verlo jugar.
Escuchar otra vez cómo me dice “tía”, para desmoronarme de amor.
Tirarnos en el pasto a ver las nubes.
Verlo reír. Verlo archivando las cosas que le enseño.
Correrlo sin atraparlo, cansarlo de jugar hasta que le agarre modorrita
Y se quede dormido en mis brazos
Mientras le canto.
Y le hago mimos en la cabeza.

Un día, hace unos meses, mientras íbamos mirando por la ventana y hablando de otras cosas, me miró y me dijo: “Io kedo mucho”... yo no caí, pensé que hablaba de otra cosa, y le pregunté ¿qué querés?. Me miró, medio enojado, y me dijo “ A vos”.
Me derretí.
Lo extraño.

El Señor de los Problemas



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One ring to rule them all
One ring to find them
One ring to bring them all
And the darkness bind them




Anillo???
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Problema???
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Quilombo en la cabeza...???
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Pobre Frodo, cargando con semejante peso.
Ése maldito problema que no puede ser destruído sino donde lo forjaron.
Problema que corrompe voluntades. Hasta la propia.
Que tiene en contra hasta al mejor de los magos.
Qué largo y difícil el camino.
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Saldo de un año que todavía no empieza


Este año he incrementado en dos el recuento de almas que me entienden. Dos encuentros de almas en un año... en un año que todavía ni empieza.
Complicidad, entendimiento. Es muy mágico. Es genial. Me llena. Me hacen sentir bien, viva, humana. Que me hagan conocer cosas nuevas, enseñarles algunas otras. El queso con dulce de leche, Iemanjá. La Avenida de los Incas, Sarava, Sarava. Sagitario y tu constelación Baten, el pasatiempo secreto de Sherlock Holmes. Kevin Yohansen, plantas albinas.
Que me dejen entrar en sus pequeños mundos y yo abrirles una puerta al mío, secretos, contarnos la cotidianeidad, hablar sin tapujos. Humor del mío y del suyo, que es el mismo. Llegar a un punto en el cual las cursilerías como éstas no suenan como tales.
Este año he incrementado en dos el recuento de almas que me entienden. Y ya van... tres.
Muchas gracias, Marcos y Mica... se puede decir que los quiero mucho. Fuerza para los dos.
Y ahora lo subo, antes de autocensurarme.
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Amanhã











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Voltar a o mesmo
Não recuerdo o que era
Se esfumó de repente
Todo lo (feio) que ahí estaba
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Mais quiero recordar
Para poder ir en paz
Oh, my freedom, my freedom...
Será o que eu quero?
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Bienaventurado el deciso
Oh, my head, how it aches
Or is it the consciencia?
May it be my cordura?

Já basta, me digo
Já basta de libertade...
Não! Melhor basta de carceleros
No! Mejor basta de paz!
Ahora hay que decidir
Pero ahora my head is aching
Asique melhor Amanhã.
.....
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Millones de voltios

Un flashazo que ciega la vista. No se vé más nada que ese flashazo de gran, gran potencia. No era un relámpago, era mucho más cegador.
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Y después sobrevienen dos o tres segundos en los que me quedo pensando qué cuernos fué eso... mil absurdas explicaciones, todas menos una: un rayo. No!!!, me digo, qué miedo... sólo de pensarlo se me acelera el corazón...
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me quedo quieta, esperando... ...
...
bruuuuuuuuuuuuummmmmmmmmmmmmmm!!!!!!
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Mil latidos por minuto, me quedo dura. Tiembla el techo y los vidrios en las ventanas. Estoy descalza, pienso... levanto los pies del piso.
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Sé que los rayos parten árboles al medio como si fueran quesitos, y que mata vacas... por qué no habrían de matarme? Ruego no estar cargada con la carga contraria, para no atraerlo. No hace mucho cayó uno en el almacén de la esquina, quemó la instalación eléctrica junto con todas las heladeras y freezers, no sin antes quebrar la losa del techo (!!!!). Y recuerdo bien esa vez, pero el flashazo y el temblor de la caída no fueron tan fuertes.
...
Esta vez fué más cerca.





...
Terror.
...










Rita

Era gorda y bien fea. Tenía pozos bien profundos en la cara, como si la varicela hubiese sido devastadora en su niñez y para colmo de males la pubertad la hubiera llenado de gigantescos y horribles granos. Nunca le ví un solo grano en la cara, pero era lo que se desprendía de ella. Era mi maestra de sexto grado de Matemáticas.
Ella me enseñó la regla de tres simple, el concepto matemático más útil en la vida de cualquier ser humano aparte de las tablas de multiplicar. También nos daba clase de Ciencias Sociales en otras horas distintas. Allí le dió más énfasis a la geografía que a cualquier otra rama: los mapas me empezaron a fascinar por su culpa a los once años. Cultura general, que le dicen, lo que me dejó a mí.
Se hacía la dura, la rígida, la matona, la dictadora. Sobre todo para que los chicos dejaran de correr en el recreo o para que dejen de hablar al cantar el himno. Y surtía muy buen efecto: el terror que los chicos le tenían era inversamente proporcional a su edad; los chiquititos de primer grado le tenían un terror absoluto, su presencia nomás los hacía quedarse mudos y con los ojitos bien abiertos. Y ni hablar si iban corriendo por el patio y por estar absortos en sus juegos se chocaban con ella... era como si hubieran visto un fantasma. Y así el terror iba disminuyendo con los años, conforme aumentaba la insolencia en algunos casos o a medida que se iban dando cuenta de que era pura espuma. Y así hasta que te tocaba como maestra, ineludiblemente entre quinto y séptimo grado. Y allí sucedían dos cosas: si eras medianamente perceptivo te dabas cuenta de que ella no era tan así, de que ese personaje era una coraza grande como su panza, que de cuando en vez hasta sonreía bajo esa careta llena de cráteres. O te seguías comiendo el personaje, y terminabas preguntándote cómo puede ser tan hija de puta y terminar odiándola.
Así es que los que le tomábamos cariño éramos pocos, y jamás se asumía este amor ni siquiera frente a tus compañeros de clase. Existía esa paranoia típica de la dictadura, en donde no se quería hablar de nada subversivo con nadie porque tu interlocutor podía ser un milico encubierto, disfrazado de Fidel Castro. Todos podían ser potenciales odiadores de la “seño”. Y ella se daba cuenta de esto, y ahora me doy cuenta de que se divertía mucho jugando ese papel.
Todo eso junto era Mi señorita Rita.

It pica!!!







(tengo) sueño... deja vú... me voy



far, far away



pagos de la inconsciencia



donde nada pierde sentido



todo es coherente



allá voy...



...



...



Oh! Sheeps! How mad I am!



Clouds!... Stones... water... ... it´s clearing up!



feet, toe... comezón. It pica!!!!!



Retorcijón... mi hermano y sus elefantes rosados. Pink elephants.



A mouth.. who earns this mouth? Oh no!!!!!



...






No! No quiero despertar!



No me dejen sola con mi indecisión!!!



It pica!!!!!!!!




...

Pequeños tesoros



El espejo mexicano que me regaló mi abuela cuando cumplí quince años (siempre se lo pedía, me lo prometió por años).
La tarjetita de invitación al bautismo de mi sobrino, de quien debería haber sido madrina.
Cajas y cajas de cartas... de años... testimonios escritos de mi vida y la de mi amiga.
Mi caja con cd´s.
La caja de naipes made in U.S.A. que logré secuestrarle a mi abuela tras años de pedírselas (siempre estuvieron bajo llave en la mesita del teléfono, sin uso. Siempre juré que les daría uso, jugando a la desesperación (juego austríaco que me legó mi bisabuela)... pero al comprobar que así pierden su brillo dorado en el filo, también fueron a parar a un cajón).
Mi gata, que me acompaña desde que tengo trece años... y ya se mudó conmigo varias veces. Mi perra, que es mucho más reciente en mi vida.
Una caja con una selección de las mejores fotos de mi niñez muy niña, desde recién nacida hasta aproximadamente los cuatro años.
Kilos y kilos de apuntes y cuadernos.
Mis tres toallas.
Un álbum de fotos de mi sobrino, cuando aún no caminaba. Son inéditas, nadie más las tiene. Ésto tiene doble precio sentimental, porque es el primer rollo de fotos que saqué sin supervisión de mi madre y con el fotómetro roto de su Pentax 1970 y pico. Artesanía pura.
Mi colección de aros, que muy rara vez uso.
Las tapas de una carpeta de séptimo grado, con dedicatorias ya borradas de mis compañeros, fotos de Bon Jovi pegadas y frases de Aerosmith escritas con liquid paper.
Mapas, muchos mapas.
Mis libros y mis diarios de niña y no tanto.
Mi hamaca paraguaya.

Éstas son las cosas tangibles que siento más mías sobre la faz de la Tierra. No están en orden de importancia ni mucho menos, sólo me dió por enumerarlas al verlas todas juntas en un solo día.

Miau...


El gato más refinado de todos los gatos con los que me crucé en la vida. Un gato pardo, originario del centro de América del Sur. Allí donde están las ruinas del Machu Pichu, nació este gato.

Lo crucé en un viaje, fabricaba pulseritas para vender cuando llegara a Brasil. Un gato de mundo. No tenía ojos ni cuerpo de gato, su mejor arma era lo que dejaba escapar de su boca. No era suave ni mullido este gato, pero sus maullidos eran hipnotizantes. No era nada evidente, lo hacía parecer todo obra del destino.

Un viaje de muchísimas horas, de lo cual lo único que tengo nítido es el recuerdo del gato. Puentes, llanuras, ríos, bosquecitos, noche, día, polvo, mucho polvo, gato refinado. Gato experimentado. Gato de mundo. Gato viajaba como polizón, gato no durmió en la noche. Gato me pagó una chocolatada, Gato se hizo de muchos amigos. Gato no tenía celular, estudiaba en La Plata. No me enamoré de Gato ni mucho menos, sólo nos dió ganas de seguir con Gato hasta el fin del mundo, donde parecía que se dirigía.
Gato el innombrable por su condición de Gato.